Muralista abriendo brechas en Atotonilco de Tula

Jesús Vherdhe inició pronto su carrera como muralista, en una época en la que esta disciplina artística no era bien vista

Jesús Rojas García, muralista hidalguense, originario de Atotonilco de Tula. (Francisco Villeda)
Francisco Villeda
Atotonilco de Tula /

Con 27 años de edad, Jesús Rojas García encontró en el muralismo una forma de expresarse y de generar impacto social con sus creaciones. Ahora es todo un referente en la zona por sus obras, las cuales quedarán para la posteridad y servirán para romper tabúes.

A los 16, Jesús Vherdhe –como es conocido en el mundo del arte– sintió la necesidad de acercarse a las artes y comenzó a pintar, probando estilos, tratando de encontrar una técnica; así llegó a los dibujos de gran formato y al aerosol, a la par que iniciaba su carrera musical.


No todo fue fácil para este exitoso muralista. En sus inicios, unos amigos lo invitaron a hacer algunos dibujos en la barda de un domicilio en la comunidad Conejos, perteneciente a Atotonilco de Tula, de donde es originario.

Esa mañana comenzaron con sus trazos, tenían la autorización del dueño de la vivienda y estaban contentos de tener una oportunidad de hacer algo en la calle que los pobladores pudieran apreciar, en una época en la que era mal visto.

No pasaron muchos minutos antes de que llegara una patrulla de la policía municipal. El policía los abordó para preguntarles por qué estaban pintando una barda; los tres jóvenes explicaron que era una propuesta cultural y que contaban con la autorización del propietario.

De poco valieron sus argumentos. Por prejuicios o por orden, el oficial se mantuvo en el sitio y habló con el dueño; le explicó que para la imagen urbana eso era dañino, denotaba abandono en la zona, podría propiciar delincuencia y que si más jóvenes veían bardas pintadas harían lo mismo. Entonces habría grafitis y murales por todos lados dando mal aspecto.

El propietario de la vivienda, intimidado por las palabras del oficial optó por pedirle a los jóvenes que cancelaran la pinta y blanquearan nuevamente la pared; a pesar del fracaso fue un gran intento.

Vherdhe lo recuerda y ríe; la vida separó el camino de esos tres jóvenes, y hoy, solo él se dedica al muralismo, pero de una manera excepcional, tan es así que gobiernos municipales como Atotonilco de Tula, Tula de Allende y Tepetitlán, además del Gobierno del estado, han requerido sus servicios.

El comienzo, como suele suceder, fue difícil, pero de aquella vez en que un policía les pidió dejar de pintar aquel mural, pasó a ser evaluado por curadores internacionales, contratados por una transnacional, para supervisar el proyecto de pinta de murales en una plaza de la ciudad de Pachuca, recientemente inaugurada, y en la cual él participó en doce obras.

Para ese proyecto, cientos de artistas participaron en un concurso, pero solo se eligió a un grupo selecto, entre ellos Jesús Vherdhe; los propietarios sabían perfectamente lo que querían y tenían conocimiento de ello, de ahí que recurrieran a curadores internacionales para la revisión del proyecto que se prolongó por dos meses.

Esa oportunidad le abrió después muchas puertas, por las que incluso viajó a Colombia y El Salvador; decoró unos tenis para la firma Panam, en tanto que en materia local, la alcaldía de Atotonilco de Tula lo contrató para distintos proyectos, entre ellos, la fachada del Museo Comunitario Atotonilli y un mega mural en la nueva casa del adulto mayor, esta última una labor titánica, de casi un mes.

El gobierno de Tula de Allende lo contrató y también el de Tepetitlán, para pintar un mural en la escuela primaria Santos Degollado, con la participación de una asociación civil.

“Hay cosas increíbles en donde menos me lo imagino. Cada mural, cada trabajo es muy especial, genera mucho impacto social, siempre me quedo con eso”, dice el artista, quien considera que las obras se crean para que la gente las aprecie y haga su propia interpretación, pues está convencido de que no tiene sentido un mensaje si no hay quien lo reciba, quien lo interprete. Esto son sus obras para él: mensajes para ser interpretados.

Es una responsabilidad la que los artistas tienen, pues sus mensajes tienen impacto, y en cada una de sus obras reflejan su modo de concebir la vida, y por ello está convencido de que el artista debe ser la persona más humana posible.


Estigma en México

En México –señala– todavía hay un estigma contra los grafiteros-muralistas, aun cuando en el mundo son reconocidos como artistas contemporáneos. Jesús admite que, como en todo, siempre hay personas que no le toman la seriedad correspondiente y usan la técnica para destruir y no para construir.

Se le debe poner corazón a las obras, pues de lo contrario el mensaje no llega; la conexión debe lograrse para que el arte cumpla su función, considera Jesús Vherdhe, quien dice que las temáticas de inspiración para él son variadas, pero en su caso aborda mucho la vida y la naturaleza, lo que somos y lo que tendríamos que ser.

Pero también habla de cultura, hechos históricos, aspectos prehispánicos y cuestiones sociales. Todos esos temas deben abordarse con responsabilidad, a fin de ser usados como un instrumento para construir y transmitir sus mensajes a través de imágenes y repercutir de manera social.

El mundo, opina, está en espera de más arte, particularmente en esta era que es tan visual; aunque siempre ha existido una demanda de arte, en este momento, por la pandemia del nuevo coronavirus SARS-CoV-2, su requerimiento es mayor, pues las personas se dieron cuenta de la importancia del arte.

Fue el arte el que permitió sobrellevar los periodos más álgidos del confinamiento, de ahí que los artistas como él, estén disfrutando de una oportunidad épica para acercarse a la población y mostrar su trabajo, talento y mensaje en búsqueda de un mundo mejor.

Debido a que las redes demandan más arte para consumir, se requiere más material, pero también más compromiso, subraya; en su muro favorito pintó hace algunos meses a una persona encerrada en una botella de gel antibacterial, como una forma de manifestar empatía a las demás personas, hacerles sentir que todos estamos en la misma situación, confinados por un virus, protegiéndonos, viviendo tan unidos como es posible en la pandemia.

Semanas después una desaparición borró ese mural, con añoranza, pero era indispensable. Jesús supo de la desaparición de una joven, una mujer, y quiso pintar un mural para pedir con todo su talento y corazón: “Ni una menos”.


Mariana

Hace poco, tras conocerse el caso de la desaparición de Mariana Zavala Escamilla, un joven de 18 años de edad en Tlahuelilpan, iniciaron una serie de protestas para exigir un alto a las desapariciones y a los feminicidios; Jesús Vherdhe fue testigo en las calles de esas protestas y quiso hacer algo en honor a la joven Mariana.

Así tomó sus materiales y en una barda elaboró un mural para ella, para glorificarla como un símbolo de unidad, sacando lo positivo del panorama adverso; a las mujeres se les debe respetar, se les tiene que brindar amor. Hace dos semanas, aún sin conocerse la confirmación de su deceso, alguien colocó veladoras en el mural en honor a Mariana, convirtiéndolo en un lugar de culto en memoria para la joven.

Él quedó impactado de la repercusión de ese mural, ubicado en Atotonilco de Tula, y es ahí cuando reafirma que el arte es una creación para que el público lo adopte, lo haga suyo, lo interprete y pueda usarlo en su construcción de la percepción de este mundo. Aún lo cuenta con sentimientos encontrados, con asombro porque alguien participó activamente de su arte, algo que considera positivo y es al final –dice– el propósito de todo artista.

No solo es un virtuoso muralista, también es ingeniero en diseño de audio; dibuja, imagina, crea sonidos y eso lo complementa con la pintura de gran formato. Tiene una banda, Vherdhe, con material disponible en las plataformas digitales. Así va por la vida este virtuoso joven, que venció tabúes sobre el grafiti y hoy es un gran muralista.

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