El compositor y jazzista Arturo O’Farrill cuenta que el recuerdo más antiguo que conserva es ver el Popocatépetl a través de la ventana de la habitación donde nació en Ciudad de México, adonde vuelve después de varios años para un concierto este jueves 26 en el Palacio de Bellas Artes y otro en Zinco Jazz Club, antes de cerrar este domingo el Festival Internacional Cervantino con su Afro Latin Jazz Orchestra.
Hijo del legendario músico cubano Chico O’Farrill y de la mexicana Lupe Valero, Arturo O’Farrill (Ciudad de México, 1960) se asume como una persona multicultural (como el jazz) con sangre irlandesa, alemana, cubana, mexicana, y afirma que sus raíces se encuentran en donde nació.
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“Entré a este mundo en México y nunca se podrá separar esa verdad a mi historia”, afirma el artista para quien Bellas Artes es un templo sagrado para el arte y la música. También dice que el Zinco Jazz Club está a la altura del Birdland Jazz Club neoyorquino, donde cada domingo toca con la Afro Latin Jazz Orchestra (ALJO) desde hace 29 años.
Se presentará en Bellas Artes el jueves 26, el viernes 27 en el Zinco y el domingo 29 en el Cervantino.
En charla desde Nueva York en vísperas del concierto del jueves 26 de octubre en Bellas Artes, el múltiple ganador del Grammy refuta a músicos estadunidenses respecto de que el jazz se inventó en Estados Unidos y, en cambio, sostiene que el latin jazz es la música más completa del mundo.
“El jazz es global más que nada, tiene elementos de Europa, África y de todas las Américas. La música es un experimento migrante y cuando llega a ser jazz latino es la música más completa del mundo”, añade el compositor de álbumes como Virtual Birdland, Fandango at the Wall y Song of Chico.
Música global
Triste por la situación en Israel y Palestina, recuerda las palabras del pianista Bill Evans respecto a que el jazz no es un qué, sino un cómo para explicar la violencia contra las minorías o un ambiente político.
“Es un método para entender cómo vivir en tiempos muy feos, es música para salvarnos. El jazz nos enseña que debemos tener conciencia, es una música revolucionaria. Ojalá que la sagrada paz del arte y la cultura les tocara el corazón para parar toda esa mierda”, declara el líder de la multipremiada ALJO.
“¿Cómo vamos a vivir hoy: conscientemente o nomás para nosotros mismos? No, no. El jazz te está diciendo: Yo soy música global, si vas a amar el jazz tienes que pensar globalmente, todos en la Tierra tenemos la responsabilidad de pensar en los otros. Si alguien sufre, todos sufrimos”, añade el activista.
Aunque defiende la música que escuchan hoy los jóvenes, como el reggaetton, rechaza que se promueva en ella la violencia contra las mujeres, una cuestión que no puede conciliarse con ninguna música popular.
“La violencia contra la mujer es un pecado. La mujer es sagrada. Si entiendes la música como violencia contra las mujeres, estás muy equivocado; la música popular que hace eso es falsa. Un estudiante me preguntó si hay música maligna; le respondí que la música hecha nada más para sacarte dinero de los bolsillos sí es maligna. La música hecha con conciencia, corazón, para edificar, esa sí me gusta”, dice.
De hecho, dice que el 4 de abril del año próximo estrenará su primer ballet con el San Francisco Ballet (donde bailan los jaliscienses Isaac Hernández y su hermano Esteban), que se inspira en la novela y ópera Carmen, pero en su versión la protagonista no es víctima ni es asesinada por Don José.
“Al final, ni la matan ni se queda con Don José; Carmen se va y dice: ‘Voy a ser fuerte e independiente’. Es un momento muy bonito en ese ballet. Ya está completa la música, la estoy orquestando nada más. Va a ser padrísimo. Doy gracias por tener esta oportunidad”, cuenta con alegría.
Y, como otros grandes jazzistas que han escrito óperas, como Terence Blanchard o Anthony Davis, Arturo O’Farrill también está en pláticas con la Ópera de San Francisco para producir su primera obra del género, Lucero, basada en la historia del inmigrante ecuatoriano Marcelo Lucero, asesinado en 2008 en Nueva York por un grupo de jóvenes que literalmente salían a “cazar mexicanos” por placer.
¿Se considera artista o activista?
Siempre he tenido mucha conciencia política y social. He escrito mucho sobre cómo la policía trata a la gente de color en Estados Unidos. He trabajado muy fuerte en torno a que de verdad no son justas cosas como la desigualdad entre ricos y pobres. Estoy muy triste por lo que está pasando en Medio Oriente, tengo muchos amigos palestinos y muchos judíos. Las raíces de la música afrocubana también están en Medio Oriente. Siempre estoy tratando de casar mis actividades creativas con mi conciencia, ese es el trabajo de un artista. El trabajo de un artista es como el de un periodista: reportar lo que ve.
¿Qué responsabilidad siente entre dos corrientes tan virtuosas como la música latina y el jazz?
La responsabilidad de cambiar la conversación de que los estadounidenses creen que ellos inventaron el jazz, porque la conversación es la música, se llama jazz, pero verdaderamente es la música del joropo en Venezuela, la cumbia en Colombia o el son jarocho en Veracruz; todos esos elementos que están en el jazz están en toda esa música. La responsabilidad que tengo, la conversación que quiero tener es que vamos a admitir que la música que el jazz hace está en toda América Latina y no puedes separar ya la música latina del jazz. Los jazzistas quieren decir que la música es invención de Estados Unidos, eso me puede mucho. El músico latino tiene que entender los ritmos de la música latina pero también del jazz, hay músicos increíbles que hablan todas esas lenguas, la lengua del jazz, del merengue. Los migrantes hemos enriquecido a Estados Unidos y exigimos una silla en la mesa de esta cultura.
¿Qué representa traer el legado de su padre de vuelta a México, donde su propia historia nació?
La herencia de mi padre es más que música, lo que me enseñó no eran sólo notas. Me enseñó a tener curiosidad, integridad y precisión, esas son las cosas más importantes para el ser humano y para el artista. Ahora, él compuso algo totalmente nuevo y moderno, cambió la concepción de lo que es el jazz. Y compuso varios temas de homenaje a México: “Aztec Suite”, “Mexican Hat Dance” Él tuvo su orquesta en México, era muy feliz allá y estaba con mi mamá.
¿Cómo se inició su colaboración con el Colectivo Conga Patria Son Jarocho, con quienes tocará en el Cervantino y Bellas Artes?
Conocí a Jorge Francisco Carrillo cuando empezó su Fandango Fronterizo entre Tijuana y San Isidro, toda una celebración entre los jarochos que viven del lado de México y los que están del lado de EU, quienes se encuentran en el muro fronterizo, sacan la jarana, la tarima y celebran ahí ante el muro. Eso me pudo mucho, eso era un activismo muy elegante. Fui a ver a Jorge Francisco y le pregunté si podía llevar a mis músicos a celebrar con ellos, me dijo que sí y celebramos mucho en el muro, con el fandango de la comunidad, con son jarocho; luego hicimos un documental que salió en HBO Max. He hecho muchas colaboraciones con músicos de México, con Antonio Sánchez, que es el mejor baterista del mundo. Quisiera tener más oportunidades de colaborar con más mexicanos, con José Gurría-Cárdenas, gran compositor moderno, tremendo genio. Quiero estrenar mi ópera en México.
¿Y cómo ve a los nuevos jazzistas mexicanos?
Me llevaron a la escuela superior de artes y di unas master classes para jóvenes, trabajé con cinco. Me dejaron la impresión de que el jazz está fuerte, está vivo, con músicos modernos en México; los jovencitos nos van a enseñar uno que otro truco. Te hablé de Gurría-Cárdenas, es uno de los compositores más fascinantes. Pero, no sólo la música, todo es moderno en México: la cocina, el diseño. Desde que era niño me di cuenta de que la cosa estética era muy importante en México: cómo se ve algo, cómo suena algo, cómo se usa algo. Eso no es tan común. México tiene unas cosas que para mí me fascinan, modernas, estéticas, de puro alto nivel. Sus jazzistas nunca me dejan insatisfecho.
BSMM