Aparecen siempre en los titulares de los periódicos. Las fotos se repiten, los mismos detalles. Cuerpos mutilados que dejaron de ser personas y se convirtieron en ejecuciones, levantamientos, venganzas, ajustes de cuentas. La muerte se erosiona y se transforma en la trampa que vivimos, donde prevalecen el miedo y la impunidad.
¿Quién será la siguiente víctima? ¿Quiénes las siguientes personas desaparecidas? La balada de los arcos dorados, novela de César Silva Márquez (Almadía, 2014), retrata una ciudad abandonada, que espera al muerto de cada día, la ofrenda para el crimen organizado.
Luis, el fotógrafo de un periódico de Ciudad Juárez, Chihuahua, protagonista de la novela, es el testigo que mira desfilar cuerpos exánimes, cadáveres para el cual su diario siempre tiene una explicación: fueron los zombis, un tigre suelto o un vampiro.
La discusión entre los responsables del periódico se resuelve al final con un invento que venderá diarios, al cabo a eso “nos dedicamos”. ¿Quién mató a los violadores? Fue el vengador, el justiciero y, además, utilizó una máscara.
Las mujeres que aparecen en La balada de los arcos dorados comparten su angustia, su impotencia, su hartazgo:
“No podemos permitirlo, debemos ser la resistencia, nadie vendrá a ayudarnos, los balazos han amedrentado la lucha, eso significa algo, un golpe fuerte para ambos lados, pero un golpe importante a fin de cuentas. No nos harán callar, dijo, y habló de las estrellas, de la luz que las guiaría hacia sus desaparecidas, Adriana de quince años, Claudia de once y Yadira de catorce, perdidas en aquella noche inmensa donde no amanecía nunca”.
En La balada de los arcos dorados hay un policía con buenas intenciones: Pastrana, el policía aliado de las mujeres que buscan justicia en la ciudad de las muertas de Juárez. El policía que vivía en Veracruz, pero que tramitó su traslado a Ciudad Juárez porque su madre le pidió encontrar a su sobrina, porque su madre no podía vivir con el sueño/pesadilla que la atormentaba: la mujer atrapada en una alberca oscura y sin fondo. "Búscala", era la palabra que taladraba los pensamientos de Pastrana.
César Silva Márquez ha ganado el Premio Binacional de Novela Joven Frontera de palabras en 2005, el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí del Instituto Nacional de Bellas Artes en 2011, el Premio estatal de Ciencia y Artes Chihuahua en 2010 y el Premio Nacional de Novela Instituto Nacional de Bellas Artes José Rubén Romero en 2013.
EHR