De ser el lugar donde se mataban reses y cerdos, hoy es la sede de la cultura y las artes en Tampico, un elegante recinto cuya historia inició hace 97 años.
Con el paso del tiempo, el sacrificio de animales se transformó en un escaparate de las más bellas expresiones de pintura, escultura, fotografía, literatura y música. Por si fuera poco, las paredes de la Casa de la Cultura encierran también la memoria documental del puerto.
No era un rastro cualquiera, sino el más importante en Latinoamérica, por la tecnología avanzada para su época y el volumen de su producción.
El inmueble de estilo industrial, se terminó de construir en 1923 con la finalidad de operar el rastro municipal. Ahí se sacrificaban animales y procesaban los producto cárnicos para abastecer a la región durante la época del auge petrolero.
Este recinto continuó funcionando durante buena parte del siglo XX hasta quedar obsoletas sus instalaciones y deja de operar en 1989.
Un año después, por iniciativa del entonces alcalde Álvaro Garza Cantú se procede a restaurarlo completamente y convertirlo en la Casa de la Cultura, pues Tampico carecía de un recinto de este tipo.
Los trabajos iniciaron hasta llegar a un 70% de avance, pero el proyecto se estanca entre 1993 y 1995. Es hasta 1997 cuando en la administración panista de Diego Alonso Hinojosa Aguerrevere se reactivan mediante una inversión de 2.7 millones de pesos, para concluir en enero de 1998 y ser inaugurada la obra el 12 de febrero del mismo año.
Sin embargo, no pudo operar inmediatamente por falta de mobiliario y aire acondicionado, equipo que costó 1.5 millones de pesos y fue instalado meses después.
El historiador tampiqueño Francisco Ramos Alcocer recuerda que a pesar de la remodelación su emblemática estructura original fue respetada, pudiendo los tampiqueños contemplar aún sus ladrillos rojos y remates blancos, fuertes columnas y ventanales emplomados de medio punto.
Las instalaciones albergan el Archivo Histórico de Tampico, que cuenta con hemeroteca, fototeca y mapoteca que preserva la memoria histórica, documental, iconografía y administrativa de la ciudad desde 1823 a la fecha, y que lleva el nombre de "Carlos González Salas", sacerdote e investigador que fue uno de los grandes cronistas.
El rastro más moderno…
Hacia 1870, en la zona que hoy ocupa la Casa de la Cultura se encontraba una construcción militar que se conoció como el baluarte de La Flecha, ubicada entre los antiguos cementerios católico y protestante (actualmente el panteón municipal y el de La Trinidad).
En ese tiempo, el rastro público estaba en la calle Altamira, a un par de cuadras al oeste de la Casamata, donde ahora se localiza el antiguo edificio de El Diario de Tampico, hoy Milenio Tamaulipas.
Cabe destacar que en la ciudad también se sacrificaban animales en viviendas particulares o en rastros con muy poca higiene.
Debido al crecimiento de la población y a la necesidad de mejores condiciones de salubridad, en las primeras décadas del siglo XX la ciudad requirió un nuevo centro de matanza.
En 1923, el gobernador César López de Lara dio al introductor de ganado Bartolo Rodríguez la concesión para construir el nuevo rastro, narra el cronista porteño Josué Picazo Baños.
Menciona que los trabajos iniciaron ese año pero tuvieron que suspenderse debido a que en diciembre López de Lara dejó la gubernatura para unirse a la rebelión de Adolfo de la Huerta.
Para dar seguimiento a la obra, se conformó la Compañía del Rastro de Tampico, cuyo socio mayoritario era el gobierno de Tamaulipas, pero cuyo presidente y gerente fue Bartolo Rodríguez.
En abril de 1925, la Compañía del Rastro recibió la maquinaria proveniente de Saint Louis, Missouri, y que fue traída a Tampico en vapores de la compañía Munsop Steamship Line.
Finalmente, el 16 de septiembre del mismo año, el rastro fue formalmente inaugurado por el gobernador Emilio Portes Gil, el mismo día en que se cortó el listón del nuevo palacio municipal que hoy es el edificio del DIF de Tampico.
El nuevo centro de matanza de la colonia Melchor Ocampo se construyó con ladrillos y tenía grandes ventanales, además de contar con un amplio terreno y corrales.
También se destacaba por contar con moderna maquinaria para mover y procesar las reses sacrificadas, y tenía un área para la preparación de productos de salchichonería, cámaras frigoríficas y un laboratorio.
El 20 de agosto de 1926, el Ayuntamiento de Tampico lanzó una convocatoria para arrendar el edificio y el terreno del rastro. A cambio de pagar una renta de $13,500 mensuales, el arrendatario podría prestar el servicio público durante cinco años y cobrar por el degüello, el uso de corrales y la refrigeración.
El único postor del remate realizado el 27 de septiembre de ese año fue Bartolo Rodríguez. Ya que el municipio estaba muy endeudado con él, no tuvo que pagar la renta al menos durante un año, pues cada pago fue tomándose a cuenta.
En la década de los setenta, las condiciones de deterioro del centro de matanza provocaron diversas quejas por parte del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria de la Carne, Similares y Conexos de la República Mexicana.
De tal forma que durante el gobierno del presidente municipal Carlos González Moreno (1975-1977) se solicitó un crédito a Banobras para la construcción de un nuevo rastro en la colonia Enrique Cárdenas González, el cual entró en operaciones en 1977 y continúa dando servicio hasta la fecha.
Aunque el centro de la colonia Melchor Ocampo dejó de operar formalmente en 1983, hasta 1989 siguió funcionando como rastro para aves; mientras que el sacrificio de los otros animales tenía que hacerse en Ciudad Madero. Así fue durante casi toda la década de los noventa, quedando poco a poco en el abandono.
El primer director de la Casa de la Cultura fue el padre Juan Sosa Esquivel, quien estuvo al frente del nuevo edificio un año.
En 1998, el recinto presentó 370 eventos culturales, entre los que destacaron los conciertos que presentaron la Orquesta Sinfónica de la UAT, el Coro de la Escuela Estatal de Música de San Luis Potosí y solistas del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Para el mes de enero de 1999, Jesús Arzola Rodríguez asumió la dirección de la Casa de la Cultura, y aún hoy es recordado como un importante impulsor del crecimiento y consolidación del proyecto cultural.
Luego de su fallecimiento el 4 de marzo de 2000, el cabildo de Tampico acordó que desde junio de ese año este recinto del saber llevaría el nombre de su segundo director.