'Por temor a que cantemos libres', una obra de teatro sobre la liberación de las mujeres

La actriz Lizeth Rondero dice que la idea de la puesta en escena surgió por la inquietud de indagar sobre “cómo se construyó la idea de ser mujer en México".

Lizeth Rondero interpreta a cinco mujeres que cantan por su libertad. (Cortesía: Teatro de los Sótanos)
Ciudad de México /

La obra de teatro Por temor a que cantemos libres, protagonizada por Lizeth Rondero, surgió por la inquietud de indagar sobre “cómo se construyó la idea de ser mujer en México”, explica en entrevista la actriz, quien también desarrolló la idea original de la puesta en escena.

“Me parece que hasta la fecha el feminismo lo aprendemos de muy jóvenes a través de las referencias extranjeras, pero es una cosa distinta ser mujer en un país como México que es traspatio, que es colonizado, que es tercermundista. Es diferente a ser una mujer en un país europeo, por ejemplo, en Francia o Inglaterra, donde podemos ubicar con gran facilidad los primeros y más grandes movimientos feministas. Para mí era muy importante entender de dónde se construye la idea de ‘ser mujer en México’ en un país con con todas estas características”.

La puesta en escena, que se presenta este fin de semana en el Centro Nacional de las Artes, da voz a la historia de cinco mujeres que se con el poder de sus decisiones dan un rumbo diferente a sus vidas, explica Rondero.

“No me interesaba tomar personajes que mediáticamente fueran importantes: científicas, artistas, luchadoras sociales o revolucionarias. Me interesaba buscar historias de mujeres comunes, supervivientes de a pie como como mi madre, como mi tía, como como mi abuela, que son mujeres que hasta la fecha están dando batallas personales en lo más íntimo de sus familias y están más que vivas, más que vibrantes y que no cumplen con el mandato patriarcal de haber muerto”.

Por temor a que cantemos libres, propuesta de teatro cabaret, tuvo como base el descubrimiento personal de la actriz de un archivo historiográfico en donde había crónicas de casos de juicios eclesiásticos de mujeres que pedían el divorcio en la Nueva España.

“En varios estados de la República, por ahí de 1800, cuando la iglesia era el Estado, me encontré con una figura jurídica muy interesante y muy aterradora que se llamaba ‘los depósitos de esposas’. La intención de estos  depósitos era —y lo pongo entre comillas— proteger a las mujeres de la violencia que vivían en su día a día y lo hacían revictimizándolas, es decir, las secuestraban de la vida pública y literalmente las encerraban en un convento o las regresaban a las casas paternas por temor a que anduvieran sueltas”.

A Rondero le impactó que muchos de los casos que encontró eran parecidos a casos de mujeres en la actualidad, en donde "las mujeres siguen luchando en contra del mandato patriarcal".

Para darle forma las historias, Lizeth Rondero abordó también literatura feminista, sobre todo de Marcela Lagarde, lo que la llevó a la conclusión de “cómo a nivel histórico se desarrolló un constructo muy peligroso en la idea de ser hombres y ser mujeres que tiene que ver con la naturaleza femenina. Decir que existe una naturaleza femenina es una de las grandes equivocaciones históricas porque finalmente no es más que un constructo social. Entonces, en nombre de la naturaleza femenina es que se cometen los más grandes atropellos”.

Para la selección de casos la actriz explica que le interesaba “indagar y reflejar el cautiverio de la madre-esposa, el cautiverio de la prostituta, el cautiverio de la monja, que tienen todo que ver con el despojo de la propiedad privada de las mujeres y el cuidado del hogar".

Al final Rondero le entregó los casos al dramaturgo Felipe Rodríguez para que desarrollara la historia. Algo muy importante para la actriz era que fueran tratados con perspectiva de género, lo que, cuenta, "me daba la posibilidad de darle a los personajes la oportunidad de modificar sus vidas y no terminar como siempre terminan, que es o locas o muertas, porque las mujeres no acabamos ni locas ni muertas, las mujeres decidimos divorciarnos, las mujeres decidimos largarnos, las mujeres decidimos a veces a abandonar el hogar, las mujeres decidimos un montón de cosas que no cumplen con la narrativa tradicional de género de cómo esperas que una mujer se comporte. Lo que me interesaba en esta historia era que las mujeres cuestionaran sus propios cautiverios, se enfrentaran a sí mismas y a sus propias decisiones y que me dejaran con la sensación de que se iban por voluntad propia, que se largaban a poder ser ellas”.

Fue así como se llegó a cinco casos en los que se representa la transgresión de lo que es ser mujer en México a través de una panadera, una beata, una estudiante universitaria, una cantante de cabaret, que es el hilo conductor de la historia y una asesina.

Sobre esta última Lizeth Ronderos se inspiró en la historia de la tamalera de Portales, caso emblemático de los setentas: “necesitaba que hubiera una asesina de hombres, porque se trata de un espectáculo que transgrede el rol determinado, el rol femenino, en ese sentido y al indagar sobre esta mujer nos dimos cuenta de que la violencia sistemática perpetrada hacia ella no es remotamente menor a lo que hizo, es decir, el haber asesinado a su marido fue una consecuencia lógica de una violencia sistemática perpetrada durante años, institucional y socialmente”.

PCL

  • Patricia Curiel
  • patricia.curiel@milenio.com
  • Estudió Comunicación y Periodismo en la UNAM. Escribe sobre arquitectura social y el trabajo de las mujeres en el campo de las artes. Cofundadora de Data Crítica, organización de investigación periodística que produce historias potenciadas por análisis de datos.

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