Después de más de diez años, La Vaca Voladora vuelve a producir una obra, la primera escrita por una de las integrantes de la compañía, Archipiélago, de Sandra Burgos, sobre las relaciones entre cuatro hermanas abandonadas por su madre, que no logran reconciliarse ni consolidar sus propias familias
Con dirección de Valeria Fabbri, el drama influido por el teatro de Anton Chéjov se centra en las hermanas González, que se reúnen durante una cena navideña, que se convierte en un ajuste de cuentas.
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Archipiélago, que ganó el Premio Nacional de Dramaturgia Luisa Josefina Hernández en 2020, se estrenará el 21 de febrero en el Foro Shakespeare, donde montó su primera obra la compañía La vaca voladora hace 20 años, para una temporada de 20 funciones miércoles y jueves, a las 20:30 horas.
En la historia, Katya, la hermana mayor, no cree en la familia y toma distancia de la suya; Sonya vive de las apariencias y quiere disfrutar la vida pero se siente subyugada por su propia familia; Tanya está obsesionada con encontrar a su hermana desaparecida, mientras que Galya, la menor, es la optimista.
En conferencia de prensa en el escenario, donde se dio una probada de la pieza con una escena donde dos de las hermanas terminan a golpes después de una discusión sobre el padre recién fallecido, se presentó el elenco encabezado por la autora del drama, Sandra Burgos, Viridiana Olvera, Pilar Ixquic Mata y Flavia Atencio, todas ellas fundadoras de la compañía teatral que vuelve a los escenarios, a quienes se suman Sophie Alexander-Katz, quien sigue en temporada en el Foro La Gruta con Mercan; Manuel Cruz Vivas, César V. Panini, el niño Antuan Trejo, Roberto Cázares y Andrew Leland Rogers.
La dramaturga y actriz explicó que el título procede porque su libro es una historia de la humanidad, en la que ve islas caminando solas por las calles, en sus propios universos de problemas e intereses, por lo que el mensaje que busca es proponer continentes y no las islas solas que integran el archipiélago.
“Tenía muchas ganas de trabajar con estas mujeres con quienes hicimos La vaca voladora hace 20 años, de puras mujeres; estaba estudiando dramaturgia en Casa Azul, empecé con un monólogo de una de las hermanas, que pensé que sería la protagonista, pero terminé con una obra coral”, expuso Burgos, quien admitió que se inspiró en Las tres hermanas y, en general, todas las obras de Anton Chéjov.
De hecho, el personaje de la madre desaparecida, que era una actriz, admiraba mucho a Chéjov y a todas sus hijas dio nombres chejovianos y con grafías rusas, como Sonya, Katya, Tanya y Galya.
Por su parte, Valeria Fabbri también comentó que cuando leyó por primera vez el texto de Burgos sintió que era una versión de Chéjov contemporánea.
Dijo que ella comprende la puesta en escena como un ser autónomo, no ella como un dios que mueve las cosas, y agregó que le gusta escuchar a los actores y las atmósferas que se van dando en la puesta en escena. Añadió que el texto plantea muchos momentos de tensión, que para ella es una poética.
“Me he sentido tranquila con este elenco, porque en mi carrera ya no me da miedo no saber qué hacer, porque ahora sé que cuando llegue a los ensayos voy a saber qué hacer. Y esto porque creo que la dirección es un proceso colectivo, para mí desde que me invitaron me sentí muy honrada de ser parte de este equipo y con este elenco maravilloso. Uno de los retos más importantes para mí con un elenco grande es cómo coreografiar una escena, para que no sean nueve personas sentadas a la mesa hablando y ya, sino que se sienta vida y movimiento; todo es en realidad una coreografía”, dijo la directora.
PCL