Antes las posadas en Tampico se efectuaban en la iglesia, ahí iba la gente a rezar el rosario y cantar villancicos con panderetas y cascabeles. Después de la bendición los niños pasaban al patio a romper la piñata y recibir sus bolsitas con colaciones y cacahuates.
Así lo narra María Antonieta Alanís de Salazar “En el Tampico Aquél”, donde cuenta que la gente rica se reunía con sus amistades para celebrar las posadas en las casas que se ofrecían y después del rosario daban a sus amigos una cena espléndida para la que sacaban finísimos manteles españoles, cuchilleria de plata, su vajilla mas hermosa y su cristalería de Bacará.
“Y ahí al filo de las once de la noche terminaba la cena y cada quien a su casa a esperar la nueva posada, hasta que llegaba el día esperado, el 24”. En esa fecha, las familias acudían a la misa de medianoche también llamada misa de Gallo”.
Desde mole hasta bacalo
Se lee en el libro que todos asistían a esta ceremonia elegantemente vestidos, las mujeres de sombrero y ataviadas con sus estupendas alhajas, pues la mujer tampiqueña era poseedora de joyas en calidad y en cantidad.
“Después de esa misa, se iban a sus casas para cenar en familia los platillos propios en aquella época de una cena navideña como eran el bacalao a la vizcaina, el mole de guajolote, la pierna de jamón planchado, único en sabor que se pasaba todo el día bajo las planchas de fierro que usaban para desarrugar la ropa y de ese modo lo cocían”.
En todas las casas ponían el nacimiento en la sala principal. En las escuelas lo ubicaban en alto simulando un cerro y en las laderas colocaban los borreguitos. Y seguían los días hasta llegar el 1 del año.
Regalos y aguinaldo
Esa fecha se daban los regalos a los que trabajaban, nunca dinero, siempre ropa y dulces, se daba el aguinaldo a los ahijados, porque antes los padres se cuidaban de fomentar en los corazones de los niños el amor al padrino y a la madrina.
“También al cartero se le daba su aguinaldo ese día y al policía, aquel honrado y valiente guardián que en la esquina con su linterna encendida velaba toda la noche”.
Y por fin el esperado Día de Reyes, porque esa noche del 5 de enero se ponían los zapatos en la ventana y ellos pasaban dejando regalos para los niños ricos y pobres.
“Porque en el Tampico aquel no había pobre, tan pobre que no pudiera comprarle juguetes a sus hijos”.
Y en la noche se daba el gran baile de los compadres. Se ponía en la sala una charola con unos sobres que tenían un verso y un número, cada persona al entrar tomaba uno y cuando se cortaba la famosa rosca de reyes que siempre llevaba un muñequito dentro, se abrían los sobres y el que tenía el número igual al de su compañero salían compadres.
Leían sus versos y como ahora, al que le tocaba el muñequito tenía que hacer fiesta el dos de la Candelaria a la que quedaban todos convidados.
EAS