Casi nunca ha dejado su consultorio: Istvan Kormendi, decano de los médicos húngaros, nació y creció allí, volvió después de haber sobrevivido al Holocausto y sigue tratando a pacientes, aunque ya vaya a cumplir casi 100 años de edad; se jubiló oficialmente en 1989, pero a los 97 años sigue en el cuidado de sus pacientes, siempre alerta después de 70 años de trabajo.
"Mi padre era médico e instaló este consultorio en 1920", cuenta en el apartamento familiar de Budapest que desde entonces sirve de clínica. Tres años más tarde nace Istvan Kormendi, quien pasa su infancia en este universo médico.
Sobre estantes polvorientos, frascos vintage se mezclan con estuches quirúrgicos antiguos. En las paredes está colgado un retrato de él cuando era niño, con rostro de querubín, mientras que su padre aparece en uniforme, de la época de su servicio militar durante la Primera Guerra Mundial.
"Así es como me veía, y esto es lo que me convertí", sonríe el viejo canoso, de mirada viva enmarcada en sus anteojos, mostrando el cuadro.
La vida en el Holocausto
Siguiendo los pasos de su padre, el joven Kormendi decidió tomar cursos de medicina. Vetado de la universidad durante la Segunda Guerra Mundial, esconde sus orígenes judíos a sus compañeros.
Pero en marzo de 1944, fue enviado a un campo de trabajos forzados con otros miles de judíos, luego de que la Alemania nazi ocupó Hungría.
Consiguió escapar en diciembre de ese mismo año y se refugió en Budapest, donde logró evitar la deportación hacia un campo de exterminio.
Movido por su pasión, acude en auxilio de un soldado alemán herido, al que descubre sangrando en la calle.
"No se me ocurrió por un segundo que él era el enemigo y que probablemente me habría matado si hubiera sabido que yo era judío", contó.
Tiene unos 300 pacientes en sus registros
Actualmente, Istvan Kormendi todavía tiene unos 300 pacientes en sus registros. Entre ellos, una abuela septuagenaria a la que ha atendido desde que era una niña.
"Ahora viene acompañada de su nieto en cochecito", dice divertido el médico, quien tiene dos nietos y cuya hija también es médica.
La pandemia de covid-19, cuya tercera ola está causando estragos en Hungría, ha transformado su profesión, lamenta, pues las consultas a distancia han sustituido el contacto regular que tenía con sus pacientes.
"Realmente no me gusta" esta evolución, confía Kormendi, señalando "la importancia del cara a cara en la relación entre el médico y el paciente". Dice esperar que este trato "a distancia" no se convierta en la norma.
A pesar de todo, no tiene ninguna intención de dejar de hacer lo que hace.
"Es mi pasión, quiero seguir tratando pacientes todo el tiempo como me sea posible", concluye.
bgpa