En 2016 el primer restaurante de Cristina Martínez —una fonda en Filadelfia dedicada con minucia a la elaboración de barbacoa— empezó a recibir reconocimientos que la pusieron en los reflectores. Ese fue el año, por ejemplo, en el que la revista Bon Apéttit enlistó el lugar como uno de los mejores restaurantes nuevos de Estados Unidos. Algo que, en una escena ultracompetitiva como la de la unión americana, no es un logro menor.
No fue solo la buena sazón de Cristina lo que llamó la atención, sino su compromiso y su activismo. De ahí que su fascinante y compleja historia de vida —como cocinera, como migrante, como sobreviviente de abuso doméstico— haya sido contada en diferentes formatos y desde distintos ángulos: lo mismo en el pódcast Mejor Vete, Cristina de la periodista mexicana Ínger Díaz Barriga, que en el célebre programa de cocina Chef’s Table, de Netflix, o al lado de David Chang en Ugly Delicious.
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“Sigo rompiendo los estereotipos”, dice Cristina por teléfono, mientras camina por las calles de su comunidad en Filadelfia. Primero, porque su restaurante no responde a los criterios de los lugares de altos vuelos que suelen premiarse en estos eventos. Segundo, porque es una mujer mexicana indocumentada.
Aunque los reconocimientos han llegado oportunamente para celebrar el encomiable trabajo de Cristina, muy poco han cambiado sobre el discurso de esta cocinera, tan enfocada en servir una barbacoa reseñable en revistas gastronómicas como en abogar por los derechos laborales de los migrantes indocumentados y visibilizar sus problemáticas. Su estatus migratorio tampoco se ha modificado; a pesar de estar casada con un ciudadano estadunidense no puede tener la ciudadanía porque cruzó la frontera de forma ilegal.
“Para mí es un orgullo, porque no tengo papeles, no hablo el idioma, no manejo un computador, no manejo un carro... Estoy limitada, pero no me rajo. Creo que mi historia puede ser una inspiración para la comunidad hispana”, añade.
Cocina y lucha
Su comunidad suele verse solo como un número en una estadística. Si vamos a los datos el estimado es que al menos 10% de las personas que trabajan en restaurantes en Estados Unidos son indocumentadas, y que alrededor de 20% de los cocineros de ese país tienen el mismo estatus. Eso no implica, sin embargo, que estén exentos de cumplir con cargas fiscales dentro de un sistema del que no pueden obtener beneficios.
Ante este panorama, el llamado de Cristina apunta hacia un lugar muy claro: una reforma migratoria, porque “todos los mexicanos merecemos una oportunidad, yo no he tenido la oportunidad de recibir subsidios, y hace mucha falta la ayuda aquí. Eso no limita disfrutar cada hora que paso con la gente en mi restaurante”, añade la chef mexicana, quien tiene claro también que la cocina puede ser un poderoso motor de cambio.
“Sigue llegando mucha gente de la comunidad a mi restaurante. Y me gustaría que cuando venga la gente de México, venga a saludar, a dejarme una buena nueva para inyectarme la energía que necesito porque no tengo a mi familia, mi familia son mis clientes”, concluye.
DAG