De vender chácharas en el tianguis a convertirse en todo un fenómeno de ventas en la industria editorial con una voz potente y certera, así es Dahlia de la Cerda (Aguascalientes, 1985), una escritora a la que odias o amas, no hay medias tintas porque suelta bombas en las redes sociales denunciando misoginia, gentrificación o violencia contra la mujer.
Ella se convirtió en una figura de las letras mexicanas que ya comparte agencia de representación con Irene Vallejo, da talleres en cárceles de mujeres, es cofundadora de Morras Help Morras, colectiva feminista antirracista y transincluyente.
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Sus libros Perras de reserva y Medea me cantó un corrido se adaptarán para una serie de televisión y una película, respectivamente.
Por si esto fuera poco, hace unos días se anunció que se encuentra en la primera lista del Booker Prize International 2025 por Reservoir Bitches, traducido por Julia Sanches y Heather Cleary, donde compite con figuras como el rumano Mircea Cărtărescu o el francés Vincent Delecroix.
“Ser finalista del Booker Internacional 2025 es algo que todavía me cuesta procesar. Viniendo de donde vengo, de un barrio donde la literatura parecía un lujo lejano, donde crecer significaba aprender a sobrevivir antes que a soñar, esto se siente como una victoria colectiva. Es de mi barrio, de las morras que escribimos desde la periferia, de quienes crecimos con la certeza de que la literatura no estaba hecha para nosotras. Pero aquí estamos, con nuestras historias atravesando fronteras y sacudiendo lo que se creía inamovible”.
Nada mal para una morra chologótica de 40 años que lleva tatuajes en el cuerpo, usa botas negras, playeras con la imagen del músico Chalino Sánchez, que habla de su barrio, de la periferia, de la violencia y de las mujeres.
“Soy un amor”
Dahlia de la Cerda cuenta que es la doña de su casa y que es muy radical en todas sus posturas.
“Tú me haces algo que no me gusta y te vas. A mí el amor y el cariño me abandona de golpe y ya no existes. Soy muy radical en otras posturas políticas, como con las personas transfóbicas, no trabajo con alguien así bajo ninguna circunstancia y procuro hacer lo mismo con personas clasistas y racistas”.
La charla avanza entre risas, incluso dice que es un amor, pero claro si la buscan, la encuentran.
“Como vengo de un contexto de mucha violencia, procuro ya no ser eso ni replicar las formas de violencia por mi bien y el de las personas de mi contexto. Todas estamos buscando tener una vida más tranquila, más pacífica. Creo que es un poco la edad porque cuando era más joven sí me peleaba con los policías. A cada rato me llevaban detenida (risas), pero en la vida cotidiana soy una persona suavecita, fácil de tratar, conciliadora y amable”.
El estigma del barrio
La autora asegura que la representación del barrio y de contextos populares a lo largo de la literatura es una tradición.
“Hay un montón de escritores que han hablado del barrio, de la calle. No soy la primera que lo hace ni seré la última, pero sí creo que hay un estigma de cómo lo retratas, y como yo hago estos matices donde las personas del barrio, desde luego, viven violencia y también tienen buenas cosas, creo que eso es lo que a la gente le molesta.
“Quieren tener siempre narrativas del barrio que sean desde la dominación, de que ahí solo pasan tragedias, que a esa gente no le pasan cosas buenas. A mí me gusta equilibrar, que se vea que en el barrio también hay organización y hay comunidad”.
Comenta que a veces la acusan de romantizar algunos temas: “Y si lo romantizara, ¿qué tiene? La gente romantiza cosas todo el tiempo porque si tuviéramos que vivir la vida tal y como es, nos suicidamos todos porque es difícil. Creo que sí hacían falta otras narrativas más complejas, donde no todo sea violencia ni tragedia, sino que también se pueda ver que en el barrio hay cosas chidas y cosas feas como en todos lados”.
La autora dice que pensar que las historias de personas de contextos de alta marginación tienen que quedarse en la nota roja es clasista: “Las críticas que me hacen tienen que ver con un montón de clasismo y también misoginia porque con los hombres no tienden a ser así mis colegas, porque ahí sí les da miedo que se los agarren a moquetazos y como las mujeres no somos tan de cachetear gente, bueno, yo sí soy, así que no se atrevan (risas)”.
Una persona respetable
Para ella la fama tiene ventajas y desventajas, pero “me abre espacios en los que yo nunca hubiera podido estar, y no me refiero necesariamente a que en algunos aeropuertos ya me ubican y no hacen que me quite los zapatos, ya me dejan pasar así (risas). No me refiero a eso. Por ejemplo, yo tenía años queriendo dar clases a mujeres privadas de su libertad en las cárceles y no me dejaban porque me decían que yo no era un buen ejemplo para las chicas y ahora, mágicamente, ¡ya lo soy! Me abre esos espacios en los que yo quería estar y no podía por políticas de respetabilidad”.
Bromea al decir que de pronto se convirtió en una persona respetable: “Todo el mundo quiere ser mi amigo, personas que antes me decían ‘no en mi mesa’, ahora me ruegan. Ahora mucha gente quiere ser mi amiga cuando antes era mala onda conmigo. Mi propia familia antes ni un lazo me echaban y ahora me invitan a todas sus fiestas (risas)”.
Aun así sostiene que su realidad la mantiene humilde. “Yo sigo viviendo en una colonia popular. Yo llego de estar aquí como celebridad y allá voy a batallar porque no hay luz, no hay agua, el drenaje, que va a salir fulanito del penal o que hay que anexar a alguien. Son como 15 minutos de mi vida de escritora, y los otros son de la doñita barrializada”.
Así comenzó todo
“Una vez le empeñaron a mi mamá un rotomartillo y nunca fueron por él. Le pregunté: “¿En cuánto me lo das para ver si lo vendo en el tianguis?” Me respondió que en 500 pesos y yo lo vendí en mil 500 y ahí dije: “¡Ay, la cháchara!” Me puse a vender y luego nos íbamos al tianguis donde la paca está en cinco pesos y yo la revendía en 20”.
La escritora así recuerda sus inicios, y dice que siempre escribió; de hecho, ganó una primera beca literaria en 2015, pero no dejó del todo su puesto.
“Cuando tenía beca, le rentaba el puesto a mi suegro, al de los tejuinos o al de los cueritos. Cuando ya no tenía, me ponía otra vez en el tianguis. En 2018 tuve la última beca, así que regresé a vender lo que podía”.
Y al año siguiente, Perras de reserva ganó el Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2019, entonces decidió vender su puesto y apostarle a la carrera literaria.
“En 2020, Sexto Piso lanzó Tsunami 2, coordinado por Gabriela Jáuregui, donde me incluyeron, y en 2022 publicaron Perras de reserva. Ha sido impresionante el crecimiento. Tengo tres audiolibros, una serie y una película y espero que se dispare la venta de los libros”.
La agencia de la autora es Casanovas & Lynch, que representa a Martín Caparrós, Mariana Enriquez, Andrea Abreu, Gabriela Wiener e Irene Vallejo, entre otros talentos.
“Por ahora, de la película Medea me cantó un corrido; están negociando con mi agente porque casi siempre compran los derechos del libro, pero no dan regalías y yo quiero que me den porque luego ellos generan mucho dinero por las views. Quiero por lo menos 1 por ciento porque más de 5 por ciento no me van a dar”, concluye.
Y además
Dos fechas clave
El 8 de abril se anunciarán los seis finalistas Booker Prize International 2025; la ganadora o el ganador se dará a conocer el 20 de mayo en una ceremonia que se llevará a cabo en el Tate Modern de Londres, el museo de arte moderno más importante de Reino Unido.
jk