De Dalí y Botero, obras que salvaron a la familia de Pablo Escobar

Libro

María Isabel, viuda del capo colombiano, detalla en su escrito cómo negoció su vida y la de sus hijos con arte.

“Salvador Dalí, ni en sus momentos más surrealistas imaginó que La danza iba a flamear como una bandera de paz entre dos cárteles”. Javier Ríos
Ciudad de México /

Tras ser abatido en 1993 el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, quien se posicionó como uno de los hombres más sanguinarios y ricos del mundo, el Estado colombiano se quedó con 60 por ciento de sus propiedades, mientras que las obras de arte que tenía su familia, le sirvieron a su esposa para negociar su vida y la de su hijos Juan Pablo y Manuela.

Fue un año el tiempo que Victoria Eugenia Henao, ahora llamada María Isabel, le llevaría concretar el trato con los Pepes, el grupo paramilitar encabezado por Carlos Castaño que, junto con el cártel de Cali, fueron los grandes adversarios de Pablo Escobar. Un cuadro de Salvador Dalí y algunas obras más de Fernando Botero y de otros artistas, fueron parte de la negociación.

“Salvador Dalí ni en sus momentos más surrealistas imaginó que La danza del rock and roll iba a flamear como una bandera de paz entre dos cárteles del narcotráfico”, expresa en entrevista con M2 María Isabel, autora del libro Pablo Escobar: Mi vida y mi cárcel, que adquirió ese cuadro en 1988.

Dice que le llevó más de 25 años estar en silencio absoluto, siendo discriminada por la sociedad hasta que tomó la decisión de no permitir más que su imagen —como mujer y como madre— siguiera siendo parte de una mitología: “Decidí hacerme responsable de mis vivencias, de mis sentires, de mi vida”.

¿Cómo logró una mujer como usted, que siempre estuvo callada y bajo la dictadura del machismo, negociar con los capos del otro cártel?

En vida de Pablo busqué la manera de poder tener un acercamiento con el cártel de Cali, y le conté a él en su momento que la reunión era posible, que me iban a escuchar. Pero él me dijo que no, que no me permitía dar ese paso y que el día que yo me sentara con sus enemigos era porque él ya estaría muerto, y así sucedió. Yo no tenía ninguna otra opción, nos iban a matar: éramos lo que quedaba de Pablo Escobar. Mis hijos me dieron fuerza y sabiduría. Fue un arduo trabajo pero con muy buenos resultados; gracias a Dios logramos también la paz del país y que no hubiera más derramamiento de sangre.

¿Cómo lo afrontó?

No solamente iba con miedo, iba con pánico porque tal vez no podría salir de esa reunión. Creo mucho en Dios, siento que él me acompañó y me dio la fortaleza. Fue difícil pero se dieron cuenta de cuáles eran mis valores y cuál era mi rol, aunque siempre me dijeron que la vida de mi hijo no era negociable, que lo iban a matar, entonces yo les respondí: nos matan a todos porque no tiene sentido continuar sin él. Fui perseverante durante los 365 días de conversaciones, hasta que logré dejar mi vida empeñada por la de él.

¿Comprar arte era una manera de lavar dinero?

No, ni sabía ni entendía qué era eso. Di mis primeros pasos y te dan el dinero para comprar y para el adorno de la casa, y las compras del supermercado. Yo prefería comprar alguna obra, que no eran costosas.

¿Se acuerda cuánto pagó por el Dalí?

No.

¿Y por los Boteros?

No, porque cuando yo comencé a comprar piezas del maestro Fernando Botero eran obras que no tenía gran valor, obras de 20 mil dólares. Le compré una pieza, en esa época en la que no hacía gordos. No era quien terminó siendo.

¿Para qué escribió este libro, para exonerarse?

Este libro tiene dos propósitos: pedir perdón ante Colombia por el dolor y el horror que sufrió por las decisiones de mi marido, y el segundo, para que las mujeres nos atrevamos a recuperar la voz y poder tener un espacio como seres humanos para que seamos respetadas.

¿Por qué hasta ahora cuenta la versión de su historia?

Jamás imaginé escribir mi historia, tenía mucho miedo, porque literalmente en muchas etapas de mi vida perdí la voz por completo; durante estos años tuve una voz bajita porque tenía mucho miedo de que el entorno me escuchara, me mirara, y mi hijo (Juan Pablo, ahora Sebastián Marroquí) fue mi mentor, el que me hizo tomar el coraje.

El gran pasaporte hacia la libertad

Narra que con la obra de Dalí, que compró por medio de un dealer, y que obtuvo el cuadro tras dos años y medio, pagó a los enemigos de su esposo por las vidas de su familia, entregando incluso “los certificados de autenticidad”. Hace un recuento y dice que compró alrededor de 40 obras de arte, “pero no siempre obras tan importantes”. No obstante, cuando fue bombardeado el edificio Mónaco —de ocho pisos—, la prensa colombiana reportaba que había quedado al descubierto la riqueza del narco, que poseía, entre otras cosas, obras de arte de creadores como Picasso y Miró. Remato: “A Pablo no le interesaba el arte, no creía que valía la pena hacer ese tipo de inversiones”.


  • Leticia Sánchez Medel
  • letymedel@yahoo.com.mx
  • Reportera cultural, cursó la maestría en Periodismo Político, es autora de tres libros sobre la historia inédita del Cervantino.

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