La versión teatral de la novela Nada, de Janne Teller, editada en el año 2000 y que causó polémica en Noruega, Francia y otros países europeos por su contenido nihilista, se presenta en el Teatro El Granero del Centro Cultural del Bosque, bajo la dirección de Mariana Giménez.
Pedro dejó la escuela el día que se dio cuenta que no vale la pena hacer algo, porque de todas maneras nada importa. Y aunque los maestros intentarán aclarar estas ideas de Pedro a los alumnos y a los espectadores, algo de Pedro quedará en ellos.
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“Nada importa. Hace mucho que lo sé. Así que no merece la pena hacer nada. Eso acabo de descubrirlo”, es una de las frases del libro de la escritora danesa nacida en 1964, el cual fue traducido en 25 idiomas.
“Todo es un inmenso teatro en el cual todos fingimos ser algo y se trata de ser el mejor para hacerlo”, dice también Pedro en esta puesta en escena, que respeta rigurosamente la obra de Teller, es decir que se dicen las cosas como son, sin alterar su sentido; y aunque aparentemente está dirigida a adolescentes, puede ser vista por el público de cualquier edad con un amplio criterio.
Pedro, el protagonista masculino, es un niño-adulto que vive en una agonía permanente, rebelde ante todos al grado que podría ser la encarnación de Nietzsche o de Turguéniev, o incluso recordarnos al Raskolnikov o los Karamazov, de Dostoievski, cuando asegura que “nada tiene sentido”.
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La obra es como un grito de rebeldía al estilo de los anarquistas del siglo XIX, en donde “Nadie es inocente”, según parece decir un niño que trata de transmitirle a sus amigos que nada vale la pena, pero ellos se empeñan en demostrarle lo contrario.
Basado en la filosofía esotérica Thelema, que exige “haz tu voluntad: será toda la ley”, y “amor es la ley, amor bajo voluntad”, Pedro es hijo de unos hippies atrapados en 1968, y se ha ejercitado en el arte de no hacer nada.
Temerosos de que la visión filosófica nihilista que pregona Pedro los arrastre, sus compañeros de clase inician una búsqueda desesperada por el sentido y significado de la vida.
En esta misión aparecerán un aserradero, unas sandalias verdes, una bicicleta amarilla, unos guantes de box, una bandera, un hámster llamado Oscarito, una estatua de Jesús robada de una iglesia, unas muletas de la pequeña Ingrid y el ataúd con el hermanito de Elisa, entre otras piezas un tanto absurdas que acaso puedan recuperar algún sentido a la existencia en pleno siglo XXI.
La obra se presenta jueves a las 20:00; sábados, 19:00, y domingos a las 18:00 horas, hasta el 29 de julio; participan Lila Avilés, Andrea Riera, Leonardo Zamudio, Lucía Uribe, Pablo Marín y Nick Angiuly, con la adaptación de Bárbara Perrín.
AG