Carolina Pimentel, Daniel Loyola y Alfredo Romero, creadores, directores, actores y mascareros detrás de esta obra protagonizada por costales —en un país que acuñó en la historia del crimen a las víctimas encostaladas—, reponen esta ópera prima de Deshuesadero Teatro, la compañía independiente fundada con recursos propios y colaboraciones con otros artistas, que se estrenó en 2021 durante la pandemia.
En la pieza, una mujer es raptada por dos hombres que la meten a un costal. Con la fotografía en mano, una anciana va en su búsqueda y, cuando finalmente cree haberla encontrado, su trabajo parece ser en vano tras la aparición de un inmenso costal lleno de cuerpos, que se traga lo que está a su alcance.
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“Deshuesadero Suite es la primera obra de nuestro colectivo. La planteamos como una sátira de la desaparición forzada, quisimos retratar este fenómeno que es tan común en México y tan ridículo; las cifras de desaparecidos han escalado a un nivel que es ridículo no verlo”, explica en entrevista Pimentel, oriunda de Naucalpan donde dice que las desapariciones y levantones son de diario.
“Quisimos retratarlo de una manera monstruosa que no tiene principio ni fin, en la que víctimas se vuelven victimarios en una suerte de cola sin fin. Por eso usamos la metáfora de los costales, que a la vez son como un túnel, en el que hay transformaciones y vemos desaparecer a alguien y aparecer a otra persona distinta”, agrega la artista escénica, formada como sus dos compañeros en el teatro del cuerpo.
Pimentel agrega que su familia fue víctima de amenazas de que iban a secuestrar y desaparecer a uno de sus integrantes en algún momento; por fortuna el crimen no se llevó a cabo.
“La desaparición forzada es un tema que nos está devorando”, advierte la creadora escénica, en alusión a que desde que Felipe Calderón lanzó al arranque de su gobierno en 2006 su fallida guerra contra el narcotráfico, autoridades reconocen hasta hoy más de 120 mil mexicanos y mexicanas desaparecidos.
Reivindicación teatral
La temporada está dedicada a su escenógrafo Tenzing Ortega (1983-2023), quien recién falleció; con músicos en vivo se repone ahora con solo 8 funciones en el Teatro Benito Juárez (Villalongín 15, Juárez), de jueves a domingo, dos fines de semana del 3 al 13 de agosto.
“Es para lo que nos alcanzó con el estímulo de Efiartes, solo ocho funciones”, lamenta Pimentel.
La obra, con una duración de 60 minutos, después se irá de gira por otras ciudades del país, algunas de las cuales están bajo la sombra del crimen organizado y donde las desapariciones son el común denominador, como Tijuana, Baja California; Tlaxcala, Tlaxcala; Zamora, Michoacán, y Celaya, Guanajuato.
Para el proceso de dramaturgia, sus creadores investigaron durante tres meses sobre la problemática de los desaparecidos y la trata de personas a partir de referentes, historias e imágenes reales. El título de Deshuesadero Suite surgió por los lugares donde van a paran los carros que ya no sirven, como se les llama en México, y quisieron usar la palabra como una analogía de las miles de fosas clandestinas que se abren en el país a cada momento y donde miles de familias buscan a sus seres queridos desaparecidos.
La pieza, con música original creada por el flautista y compositor Francisco Solís e interpretada por él y dos colegas, se desarrolla sin palabras, con mímica, máscaras, vestuario y escenografía que dialogan.
“Es el lenguaje que queremos explorar artísticamente: la máscara, los costales, los objetos, el teatro físico. Por otro lado, creamos la obra en Estados Unidos, por parte de la tesis de maestría de Romero, y una limitante era el lenguaje: cómo comunicarnos con un público en inglés si no hablamos inglés con fluidez. Entonces hicimos un espectáculo que pudiera ser entendido sin palabras”, explica Pimentel.
Andrea Cruz Meléndez está a cargo de la producción, el vestuario soberbio y de terror es obra de Laura Martínez M., que hace mancuerna con el gran trabajo del diseño de iluminación de Abimale Méndez.
Daniel Loyola reivindica el teatro físico, con objetos, coreografía y escultura en máscaras. Pero también comenta en la entrevista tras la función la experiencia de recrear personajes dentro de costales.
“Uf, sí es una experiencia un poco frustrante, en términos emocionales, angustiante. Fue chistoso que cuando la creamos en EU usamos costales de café y otros granos que procedían de América Latina, de países del tercer mundo, que habían llegado a ese primer mundo adonde también llegan los órganos que se venden, los cuerpos que se venden, que son una mercancía más, un tema que trabajamos en la obra”.
“Todo eso nos llevó a las investigaciones y exploraciones para Deshuesadero Suite. Y hablando de la escena, trabajar dentro de costales es muy angustiante, porque no vemos más que algunos signos de luz, es muy fácil perderse, golpearse, angustiarse”, explica el actor, coproductor y codirector del drama.
No obstante, Loyola y Pimentel destacan la ternura y compasión que también subyace en esta obra, representadas por la metáfora en que se convierten en ella las madres buscadoras de desaparecidos.
“Estamos en un punto en el que la ternura tiene que radicalizar nuestro vivir, no solo nuestro hacer. Necesitamos de la ternura para sobrellevar todo. Vivimos en un contexto muy violento, solo hasta que no salimos del país nos damos cuenta de los niveles de violencia diarios, no solo casos extremos como las desapariciones, sino en escuelas, centros de trabajo. Han sido tan normalizados sus niveles que no nos damos cuenta, necesitamos esa ternura que las madres y las abuelas nos dieron”, expone Loyola.
“El amor es una fuerza súper poderosa y a pesar de todo lo que vemos en escena, hay estas viejas a las que les pasó todo y ahí siguen en pie, es importante resaltar que ahí sigue el amor”, cierra Pimentel.
PCL