Fue en su infancia, durante las visitas dominicales a los diversos museos de la Ciudad de México en compañía de su papá y su hermano, que Diana Zyan descubrió la que a la postre se volvería su vocación: la pintura.
De ver tantoslienzos, instalaciones, formas y colores, quedó fascinada y de inmediato le pidió a su progenitor que la metiera a clases. Aunque al principio no fue fácil: “Siempre me daba el avión. Hasta que fui más independiente unos tíos me contactaron con un señor que es pintor y fui a unos talleres con él, luego tomé otros y después entré a la escuela de Iniciación Artística del INBA”.
- Te recomendamos Cynthia Arvide: “El muralismo no puede ser egoísta” Más Cultura
Con su formación escolar aprendió a pintar en caballete, pero fue gracias a la invitación de un amigo grafitero que tuvo la revelación que se volvería crucial para su desarrollo artístico: los muros, convertir el concreto en miradas.
“Mi primer mural no me salió lo más espectacular, pero me gustó mucho la experiencia, todo lo que implicaba pintar en las calles: estar en contacto con las personas, todas se paran, se involucran en lo que estás pintando, te llevan una agua, te preguntan qué es, se ponen a opinar. El primer día que pinté en un muro fue de 'Esto es lo mío' y lo seguí practicando. Y sigo aprendiendo, de cada muro aprendo algo nuevo”, recuerda la muralista de 28 años.
Muros con identidad
Diana, que comenzó haciendo murales con pintura acrílica y aprendió a usar las latas de aerosol de forma autodidacta, ha plasmado muchas cosas en las paredes, pero su tema favorito son los rostros de personas afrodescendientes.
“Esto por una cuestión de identidad cultural, porque mi mamá es un pueblo afrodescendiente de Guerrero. Es para empoderar y reconocer a los pueblos afrodescendientes, hacerlos homogéneos en la sociedad, que aún sigue teniendo muchas etiquetas y divisiones. Ese tema me ha interesado bastante, además de que el mismo pueblo afrodescendiente siento que de pronto son racistas con ellos mismos. Entonces, quiero hacerles ver a ellos que son normales y bellos”, señala.
Destaca que este gusto por mostrar la identidad de grupos o lugares a través de su trabajo lo tiene desde su primera obra mural, que fue una mujer indígena en algunos ladrillos de Santa Cruz Meyehualco.
Pintar la ciudad
Para la artista que tiene al color azul Prusia como su favorito, la Ciudad de México tiene una tonalidad anaranjada, “porque es un color cálido y siento que la ciudad es un sitio muy movido, muy caliente, que tiene cosas por hacer, personas, estrés, buena onda, está viva, es fuego”.
Y es el clamor de esta metrópoli el que la motiva y llena de “felicidad” para hacer su trabajo en las calles: “Ver que a la gente le agrada lo que estás haciendo, que hay personas a las que no, pero siento que hay más personas que dan comentarios positivos, que se toman fotos, que felicitan. Eso se transmite y es parte de la inspiración para continuar pintando”.
“Además, creo que es una necesidad de mejorar, de practicar, de buscar nuevas formas de resolver un muro, de que te vean. A mí me gusta pintar en todos lados para conocer gente y creo que es parte de eso. No todos (mis murales) llegar a ser efímeros, pero la mayoría sí. Igual depende del mensaje que estés desarrollando”, agrega la artista nacida en la colonia Moctezuma.
Aunque no todo es grato cuando se está a plena luz del día en esta urbe variopinta, pues además de que “los climas son un reto” para la creativa, otra cuestión que la ha llegado a incomodar es cuando los “dones que se acercan con sus miradas feas, comentarios intentando ligarte. También hay personas que piensan que uno está vandalizando y se acercan a decirte cosas feas, de 'Ya vas a hacer tus porquerías, malditos vándalos'”.
Panorama capitalino
Diana admira y frecuenta a colegas como Alfredo Libre Gutiérrez y Franc Mun, pero reconoce que dentro de la comunidad de muralistas en la capital “hermandad como tal no hay”.
“Hay trabajo para todos y eso está súper bien, pero de pronto siento que el gremio es más competitivo. También hay ciertos grupos como separatistas, de 'Tú no eres de mi colectivo, tú no pintas lo que yo pinto, no vale tu trabajo'. Siento que de pronto hay muchas caras y máscaras, pero no me gusta lidiar con eso ni estar pensando en eso, aunque de pronto me da tristeza”, asegura.
Otra cuestión que le baja el ánimo es cuando ve que un gran mural fue pisado por algún grafitero; a ella le pasó una vez en la colonia Doctores: “Ya me lo esperaba porque me había comentado que todos los que pintaban ahí, los pisaban. Justo hace medio año que vi ese muro con el grafiti e iba a buscar al tipo ese en redes, pero luego dije: 'Al final está en la calle'. Es súper efímero de pronto todo”.
Lo que espera no sea efímero es el interés que en años recientes han mostrado otras mujeres por el muralismo y el paste up: “Está chido, me agrada que exista esa apertura y facilidad para las chicas, que existan espacios que estén ocupando, pero también me gustaría que no fuera una cuestión de división, sino de inclusión; no se trata de voltear la situación”.
El porvenir de una artista
La falta de muros debido a la pandemia llevó a Zyan a integrarse a un proyecto artístico de la alcaldía Iztapalapa en el que recorre sus colonias para realizar murales. Una actividad que, si bien la tiene en un esquema godín del que no es tan adepta, le permite seguir practicando y mostrando su trabajo.
Además, de vez en cuando arma pintas por su cuenta, como la que está realizando actualmente al lado de la Cineteca Nacional “para una película que se va a estrenar el 22 de abril”.
Una labor incesante de la muralista que, para su trabajo, se guía en “primero conocer el formato del muro para después desarrollar una idea que empalme. De pronto sí busco cosas que tengan que ver con el entorno, elementos que pueda agregar a mi idea principal”.
“También implica la cuestión de sacar tus fotografías; para mí es importante que yo tome las fotografías que lo que generalmente se hace, que es robarse las referencias de internet. Y complementar con elementos importantes para el entorno, como de alguna comunidad que se acerque un señor y pida ponerle algo muy importante en la colonia. Es una unificación de esos elementos con mi tema de referencia”, agrega sobre su técnica.
Al final, Diana, que tiene como meta poder pintar un edificio en la India, revela que la clave de todo su arte, que además de ser reconocido por algunos de sus colegas resulta muy admirado en redes sociales, es no dejar de dibujar: “Dibujar diario o tres veces a la semana o lo más frecuente. Y dibujar lo que sea”.
yhc