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Dios juega videojuegos

Teatro

Tras breve temporada en el Teatro López Mancera, como todas son ahora sin importar afluencia de públicos, la obra Dios juega videojuegos y yo soy su puto Mario Bro$ espera regresar pronto a los escenarios.

Jaime Chabaud Magnus
Ciudad de México /

Tras breve temporada en el Teatro López Mancera, como todas son ahora sin importar afluencia de públicos, la obra Dios juega videojuegos y yo soy su puto Mario Bro$ espera regresar pronto a los escenarios. Kraken Teatro, comandado por Valentina Garibay y Richard Viqueira, vuelve a ponernos

en vilo con este espectáculo. La “suspensión” es función primordial del teatro aunque a buena parte de los teatreros se les haya olvidado. En términos teatrales, reflexionaría el gran creador y teórico inglés Peter Brook, el demonio es el aburrimiento. Y conjurarlo pasa por pensar en el espectador. O peor, incluirlo desde el arranque del proceso creativo como un engranaje fundamental del mecanismo mismo del arte-facto a inventar. Incluir al receptor en los presupuestos de la creación implica, necesariamente, preguntarse cómo lo vamos a someter al principio de incertidumbre. De eso se trata “suspenderlo” que es una idea bastante más amplia del “suspenso” como lo concibe, por ejemplo, un Alfred Hitchcock.

Dios juega videojuegos y yo soy su puto Mario Bro$, escrita y dirigida por Richard Viqueira, para un público no prevenido y sí curioso, lo somete a una aventura que en principio apelaría a su espíritu lúdico para meterlo después en un viaje de múltiples aristas que van prácticamente de lo más profundo emocional hasta el sadomasoquismo y una semipornografía transgresora. Aquí el espectador interactúa con los actores-performers que se la juegan dejando la piel sobre el escenario asumiendo roles fincados en los típicos videojuegos. Con un dispositivo escénico armado por el talentoso Mario Marín del Río, los intérpretes que nos hacen jugar, nos intimidan y prácticamente nos hacen sudar a su lado son Valentina Garibay, Nane Aguilar, Ana Corti, Margarita Lozano, Omar Adair, Pastor Aguirre, David Blanco, Ángel Luna y el mismísimo Richard Viqueira que hace recordar el soneto de Borges de “Qué Dios detrás de Dios la trama empieza…”. No se la pierda en cuanto la vea en cartelera. 

TRASPUNTE

En el filo de la navaja

En muchos de sus montajes, Richard Viqueira busca encontrar dispositivos escénicos sorprendentes y retadores para intérpretes y espectadores. Visualmente estimulantes, sus puestas en escena rompen con la comodidad del público y nos ponen en el filo de la navaja.


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