Matos: “Me identifiqué tanto con Rilke, que fui a buscar su tumba a Suiza”

Lado B

El arqueólogo recuerda que para dormir su madre le leía 'El origen de las especies', de Darwin; le gusta todo tipo de música, al igual que todo tipo de comida, aunque no cocina, y lo que más detesta es la envidia.

“Al igual que Juan Villoro y el ex presidente Ernesto Zedillo, soy necaxista”. (Foto: Juan Carlos Bautista)
Leonardo Díaz
Ciudad de México /

Todos los días, al llegar a su estudio, Eduardo Matos Moctezuma (CdMx, 1940) recuerda la razón de por qué es considerado uno de los más grandes arqueólogos que ha tenido México. Su padre fue secretario de la embajada dominicana en México y su madre era una mujer originaria de Puebla, por lo que ya desde niño era muy viajero, sin olvidar que ha sido un apasionado del deporte desde siempre.

Fue quien dirigió las excavaciones del Templo Mayor en 1978 y a lo largo de sus 78 años ha escrito diversos textos como Vida y muerte en el Templo Mayor  y Muerte a filo de obsidiana, entre otros. Ha sido merecedor de diversos reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos la medalla Henry B. Nicholson, otorgada por la Universidad de Harvard. También es el sexto titular de la silla XV en la Academia de la Lengua Mexicana y es miembro destacado del Colegio Nacional, mismo lugar donde recientemente se celebró el IV Encuentro Libertad. A 500 años en honor a Miguel León-Portilla.

¿Cómo fue su infancia?

Mi padre era embajador de República Dominicana, por lo tanto nací en México, igual que mi hermano Rafael. Viajamos mucho y finalmente regresamos al país cuando tenía 11 años. Mi mamá, quien era mexicana, se encargó de inculcarnos aspectos de la historia. Digamos que desde ahí nunca me desprendí de México; pienso que mi niñez la pasé como cualquier niño jugando a las canicas, al trompo… todos esos aspectos los cubrí.

¿Cómo fue la relación con sus padres?

Muy buena. Mi mamá siempre me inculcaba valores y mi papá era un hombre muy retraído; sin embargo, se le notaba el cariño por los hijos. Jamás recuerdo que me hubieran pegado o regañado para llamarme la atención, más bien eran consejos y cosas de este tipo. Algo muy interesante es que mi mamá, para dormirnos a mi hermano y a mí, nos leía partes del Origen de las especies, claro que a esa edad, 8 años o una cosa así, que te lean a Darwin hace que te duermas pronto.

¿Le gusta el deporte?

¡Sí, cómo no!

¿Cuál?

Mira, cuando se trata de alguna final me gustan todos, si hay un buen partido de beisbol, lo veo; si es de futbol americano, lo veo, y desde luego tengo mis preferidos, pero quizá el que más me llama la atención es el futbol soccer. Ahí somos cinco en este país los que le vamos al Necaxa, entre ellos Juan Villoro y el ex presidente Ernesto Zedillo.

¿Cuál es su libro favorito? «‘Cartas a un joven poeta’, de Rainer Maria Rilke».

¿Y la cocina?

Comer los alimentos, pero no cocinar. Creo que no lo domino ni lo dominaré ya.

¿Cuál es su comida favorita?

Depende. Me puedo comer un magnífico espagueti o una carne deliciosa, o comida mexicana, yucateca, francesa… etcétera. No estoy peleado con nada, siempre y cuando esté bien hecho y tenga calidad.

¿Qué es lo que más detesta?

La envidia, lo que es el odio y todas estas cosas negativas que están presentes desgraciadamente en el ser humano.

¿Cuál es su lugar favorito?

Mi estudio. Ahí tengo mis libros, mis cosas para trabajar y ahí es donde leo y escribo algo de poesía, pero sobre todo de arqueología, pues es mi quehacer fundamental pero eso es en cuanto a mi casa. A mí me atrae mucho la montaña; los pinos, las cabañas, todo eso desde joven.

¿Tiene algún pasatiempo?

Escribir y leer; hago un poco de deporte, pero en realidad no tengo como tal un pasatiempo.

Cuando era joven, ¿qué soñaba?

Bueno, de joven uno sueña mucho. Yo he tenido cinco rompimientos a lo largo de mi vida y estos fueron una especie de autopsicoanálisis porque meditaba mucho hasta que llegaba al quiebre: un rompimiento importante fue con la religión, era muy religioso, pero a los 15 años me di cuenta que eso ya no me llenaba, así que empecé a leer libros del tipo de La metamorfosis, de Kafka, pero hubo un libro en especial que me regaló una novia ya estando en el primer o segundo año de arqueología, eran las Cartas a un joven poeta, y fue tanta la identificación que tuve con el autor checo, que fui a buscar la tumba de (Rainer Maria) Rilke en Suiza.

¿Qué música escucha?

De todo tipo según el ambiente, por ejemplo, me gusta mucho el tango, el danzón, la música mexicana, es decir, va a depender en qué momento te encuentras para escuchar la música idónea, pero la música clásica es la que permea generalmente en todo. Cuando escribo es lo que escucho.

¿Le gusta bailar?

¡Sí, claro! Bueno, ahora no puedo tanto por mi pierna, pero pienso que bailaba bien, me gustan los boleros y el tango.

¿Qué se necesita para ser un buen arqueólogo?

Como en todo, disciplina. Se necesita tener pasión por la carrera, leer mucho, tratando de agotar las lecturas que se han escrito antes para conocer todo lo que ya se dijo, porque si no, vas a descubrir el “hilo negro”.

¿Una palabra que siempre tenga presente?

Amor, que es una palabra que encierra muchas cosas: Amor a una mujer, a un buen vino, a la naturaleza, a los animales, a un hermano… en fin.


LAS MÁS VISTAS