Con 450 años de haber llegado a México, la Compañía de Jesús fundada por San Ignacio de Loyola en 1540, es una de las órdenes católicas que además de propagar el evangelio sienta sus bases en la educación.
A su llegada a territorio azteca se establecieron primeramente en la Ciudad de México, donde iniciaron con la formación de indígenas y de los hijos de los españoles; tiempo después los misioneros se trasladarían al norte del territorio de la entonces denominada Nueva España.
De acuerdo con el padre Rodrigo González Gómez, quien es acompañante espiritual de bachillerato en el Instituto Cultural Tampico, la orden no tenía como objetivo principal la educación; sin embargo, Ignacio de Loyola tenía la idea que por medio de la formación se podía llegar a más almas.
En el escrito “Los Jesuitas y la Construcción de la Nación Mexicana” de Alfonso Alfaro, señala que la Compañía de Jesús tuvo un lugar importante en la construcción de nuestra nación.
Los jesuitas en la Nueva España se dirigieron a las regiones indígenas nómadas que no habían sido atendidas por las otras órdenes religiosas, a las zonas del noroeste del país que eran las más difíciles y en conflicto con los españoles. Por otro lado, atendían la necesidad urgente de la población novohispana, que era la demanda de la educación.
A Tampico llegaron hace 60 años a invitación de un grupo de damas que conocían de la espiritualidad ignaciana, quienes contaron con el respaldo del obispo Ernesto Corripio Ahumada, viendo en la ciudad una oportunidad para seguir con su misión, iniciando de esta forma el Instituto Cultural Tampico.
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El padre Rodrigo González expresa que en aquella época cuando los colegios eran fundados por sacerdotes, era solo para educar a varones, y cuando era instituido por religiosas recibían solo a mujeres, de ahí que en un inicio el ICT fue solo para educar a hombres.
Respecto a cómo es la educación jesuita, explica que es aquella basada en una tradición de valores, bajo la idea de excelencia académica y humana. Señala que los egresados de la institución se distinguen por ser agentes transformadores, capaces de mejorar las relaciones humanas y la vida en general, además que les ayuda a encontrar su lugar en el mundo.
“Uno de los sellos que tiene la educación jesuita es educar bajo la idea de la excelencia académica, pero también con la excelencia humana; no podemos pensar en alumnos que solo tienen dieces o una gran calificación en sus notas sin esa parte humana”, conceptualiza
Formación de los iñiguistas
Con más de 16 mil sacerdotes, hermanos y novicios alrededor del mundo, la Compañía de Jesús es la orden masculina más grande de la Iglesia Católica.
En México son alrededor de 250, nueve de ellos se encuentran en Tampico, todos dedicados a la educación.
El padre Rodrigo González manifiesta que, si bien el número de jesuitas en el país ha disminuido en los últimos años, tiene la fe de que la orden no desaparecerá, aunque entiende que son otros tiempos, pero por fortuna aún existen vocaciones.
“Dios te hace el llamado y si el joven tiene ese llamado, nosotros lo acompañamos para que se haga realidad; no lo promocionamos, más bien lo que queremos es que se encuentren con ellos mismos, con Dios y desde ese encuentro personal y profundo vayan planeando su proyecto de vida”.
El camino para formar parte de la orden inicia desde los 18 años que es la edad mínima para integrarse, aunque generalmente es al terminar una carrera profesional. Primero, hay que ser candidato y ser aceptado para iniciar un noviciado de dos años en Ciudad Guzmán, Jalisco, donde disciernen sobre su vocación para decidir si se quedan en la orden y profesan los votos perpetuos.
Posteriormente estudian Filosofía en el Iteso, Universidad Jesuita de Guadalajara, además de realizar dos años de servicio que le llaman Magisterio. Para concluir su formación, aprenden Teología en América Latina, ya sea en Brasil o Colombia. Después de este proceso se ordenan sacerdotes, para estar a cargo de una parroquia o dedicarse a la educación.
Instituto Cultural Tampico: Misión de vida
El Instituto Cultural Tampico está cumpliendo 60 años y representa la misión de vida de un grupo de damas, que habían conocido los ejercicios espirituales impartidos por el padre Federico Chávez y buscaron traer el modelo de la educación jesuita.
Hablamos de Lucy Alzaga, Elsa Aguirre de Ruiz, Carmen Ruiz de Menchaca, Eugenia G. de Santos y Mari Toni Sanjinés de García Dosal, quienes contaron con el respaldo del obispo Ernesto Corripio Ahumada. De tanto insistir logran que en 1962 se establezca una Provincia a cargo del padre Jesús Martínez Aguirre y, con ello, dar paso al primer colegio católico de educación secundaria de Tamaulipas.
Para seguir con su crecimiento se forma un patronato integrado por Herman H. Fleishman, Rafael Menchaca, además de Guillermo y Gustavo González Terán.
En ese entonces llega del Pereyra el padre Román Navarro para fundar el Colegio de Tamaulipas, o Colegio de Loyola o Gonzaga, como de manera provisional se le denominaba a la institución. Cabe señalar que el ICT pudo haberse llamado Instituto de Olmos o Instituto de las Huastecas.
Sin embargo, Rafael Menchaca, integrante del patronato es quien hace la propuesta para llamarle Instituto Cultural Tampico. Las primeras instalaciones se localizarían en una casa ubicada en la esquina de calle Roble y Chairel, donde se abrieron dos grupos de primero de secundaria, posteriormente segundo y tercero, además de bachillerato.
Para 1965 se consigue el actual terreno sobre avenida Universidad.
A seis décadas de la llegada de la educación jesuita a la zona, el Instituto Cultural Tampico se sigue consolidando, con una formación que inicia desde maternal y que pasa por preescolar, primaria y secundaria, llegando hasta bachillerato, basada en la espiritualidad y con una filosofía 100 por ciento humanista.