El lunar de tu pecho
sube y baja
al ritmo acompasado
de tus emociones:
sosegado, en la cama, a la mañana
siguiente del abrazo amoroso,
parece que flotara
sobre la piel de un mar
mecido en calma;
exaltados, en cambio, brazo a brazo, nuevamente
en la lucha de amor, juntos, trabados,
yo lo veo,
al lunar de tu pecho,
por tu respiración, que es agitada, según aspires o exhales,
bajar al abismo
o subir al cielo
como una embarcación que vacilara
entre las olas airadas.