El cartujo regresaba al Centro después de una larga noche de prédicas y jaculatorias en lugares proscritos para las personas decentes, cuando escuchó la voz inconfundible de Jacobo Zabludovsky en la radio. Era la mañana del 19 de septiembre de 1985. Pasaba por Tlatelolco cuando el periodista más conocido de México comenzó a narrar lo sucedido con el Hotel Continental, el Cine Roble y otros edificios emblemáticos de la capital del país, sin soslayar la tragedia humana. Todavía faltaba lo peor, pero escucharlo, sin aspavientos, sin excesos, haciendo la narración más precisa y por lo mismo más estremecedora del terremoto de las 7:19, hizo llorar al monje. Nadie de quienes sufrieron el horror de ese día, ningún testigo, ningún habitante de la ciudad podrá olvidar jamás esa crónica, escrita en el aire y sin embargo tangible, presente como pocas cosas en un oficio donde lo importante, dicen, es lo inmediato.
Hace diez años, Arturo García Hernández lo entrevistó para La Jornada. Juntos volvieron a transitar la ruta de Jacobo (como lo llaman sus amigos y radioescuchas) esa mañana de espanto, cuando por el teléfono de su automóvil inauguró una nueva manera de hacer periodismo y conmovió al país entero. "Ese trabajo —le dijo a su interlocutor— ha sido lo más importante en mi vida profesional".
El pasado domingo Jacobo Zabludovsky cumplió 87 años. En su prolongada carrera, como todos, ha cometido aciertos y errores. Pero solo con la crónica del terremoto ocupa un lugar destacado en la historia del periodismo mexicano, eso lo saben hasta sus malquerientes y deberían saberlo quienes lo llenan de insultos en las redes sociales.
En una ocasión, el monje le preguntó si, como profesional, reconocía sus errores. "Por supuesto —respondió—. Hay muchas cosas que no hice, que hubiera hecho mejor, que hubiera hecho de otra manera. Pero todo lo que he hecho es público, está a la vista, no tengo cadáveres en el clóset".
En Meditaciones del Quijote, Ortega y Gasset explica la relación del hombre con el mundo circundante. Es difícil escapar a la realidad, a las circunstancias de la vida. Zabludovski vivió el periodismo en una época oscura, y sin embargo, a pesar de sus fallas, es difícil no aceptar sus logros tanto en la televisión como en los medios impresos. Solo así, en un balance crítico, sin prejuicios, es posible juzgar su trabajo, en el cual se encuentran páginas insuperables como sus entrevistas con Pablo Casals, Arthur Rubinstein, Salvador Dalí y Octavio Paz, como su crónica de la entrada de Fidel Castro y el Che Guevara a La Habana el 8 de enero de 1959.
Zabludovsky, a los 87 años, continúa ejerciendo su oficio con envidiable vitalidad, sin claudicar ante el canto de las sirenas del confort y la rutina. Dice Braulio Peralta en MILENIO: "Jacobo no necesita de más premios para ser considerado uno de los mejores (periodistas) de México". El amanuense coincide con él, no está de más decirlo.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.