Hipertensión, problemas de obesidad y hasta principios de diabetes por su manera de comer, fueron los problemas de salud que padeció el general Francisco Villa; había ocasiones que le costaba trabajo subirse al caballo, pues llegó a pesar casi 108 kilos. Como padre de familia, a Doroteo Arango Arámbula –Pancho Villa– le gustaba contarles cuentos a sus hijos, disfrutaba de cantar, tocar la guitarra y escuchar su canción favorita, “Las tres pelonas”. Ese es el hombre que los lectores descubrirán en el libro El Villa que me contaron.
Su nieto, Francisco Villa Betancourt, es el autor de estos pasajes que resultan tan reveladores y que aceptó compartir con MILENIO de cara a las conmemoraciones del centenario del asesinato del polémico revolucionario, ocurrido el 20 de julio de 2023.
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“Son los relatos que me contaron personajes que estuvieron con él, como el general Raúl Madero, hermano del presidente Francisco I Madero; el general Nicolás Fernández, jefe de Los Dorados, así como Roberto Fierro Villalobos, y el sobrino del general Felipe Ángeles, Eduardo Ángeles; además del último constituyente Don Jesús Romero Flores, y mi abuela Austreberta, que obviamente me contó varias cosas, y otras más, la segunda esposa de Villa, Luz Corral”.
En entrevista exclusiva, el también presidente de la Confederación de veteranos y revolucionarios, División del Norte General Francisco Villa, asegura que en el libro que presentará en las Jornadas Villistas —del 14 al 20 de julio en Parral, Chihuahua—, se conocerá al Pancho Villa que no se encuentra en los libros de Historia, en las novelas, ni en las decenas de textos escritos sobre el jefe de Los Dorados.
“No trato de descubrir el hilo negro, se ha escrito mucho sobre Francisco Villa, lo que quiero hacer es platicar del hombre que me contaron esas personas que tuvieron un acercamiento con él”, refiere Villa Betancourt.
Reconoce que el Centauro del Norte es severamente criticado porque se le considera un bandolero y un asesino: “No voy a tapar el sol con un dedo, Villa tuvo muchos claroscuros, pero también hay que ver el contexto en el que se estaba, era un movimiento revolucionario; a la Revolución se metieron todos con el sueño de cambiar a México, y eso fue lo que hizo Villa”.
¿Qué hay del Villa desconocido?
El Francisco Villa que yo describo es bromista: de niño, como Doroteo Arango, en Durango, tomaba mucha agua, que tenía y tiene hasta la fecha, mucho óxido; eso provocó que los dientes se le pusieran, primero amarillos y después negros: tenía fluorosis. Por eso hay pocas fotos de él con la boca abierta; siempre digo que era guapo mientras no abriera la boca. Hay relatos que me contaba su chofer, su mecánico, alguno de sus guardaespaldas, y personajes importantes como don Jesús Romero Flores que fue el último Constituyente y que nunca estuvo de acuerdo con la forma de ser de Villa: lo respetaba porque quería dar educación y eso quedó registrado en el artículo tercero de la Constitución.
¿Qué decía el chofer?
Que era muy desconfiado; es sabido que se dormía en un lado y amanecía en otro, que se levantaba a las 4 de la mañana a arar la tierra. Siempre cargaba una tacita de barro y una cucharita de plata, porque era muy suspicaz, no tomaba más que en su tarro; la cucharita de plata la metía en la comida que le daban, porque creía que si tenía veneno, la plata cambiaría de color. Fue el general Nicolás Fernández quien me contó que el caballo Siete leguas nunca existió, el caballo se llamaba Trota leguas, y caminó siete leguas para salvar a Villa en algún momento. La autora Graciela Olmos lo modificó a Siete leguas para que rimara, pero no era el caballo que Villa más estimaba; ese se llamaba La muñeca, y era una yegua”.
¿Qué mitos se rompen en este libro?
De entrada, no quiero romper ningún mito, hay muchísima gente que habla mal de Villa en sus libros, y yo no me opongo a eso, porque el personaje da para todos; yo lo quiero con mi libro es poner mi granito de arena en contar a un Villa que me contaron.
¿Cómo era tu abuelo en casa?
Era una persona a la que le gustaba comer mucho; llegó a pesar 108 kilos y empezó a tener problemas de obesidad. No tenía el hábito de hacer ejercicio, la única vez que lo hizo, fue obligado por el general Felipe Ángeles, que lo ponía a hacer calistenia; estamos hablando de 1914.
Mi abuela tampoco hacía algo para ayudarlo, porque le servía unos tazones grandotes de avena, y el general le echaba trocitos de bolillo; no contento con eso, le ponía casi medio tarro de pura cajeta. Eso era todos los días, no era una alimentación saludable, lo que le ocasionó varios padecimientos, pero nadie podía cuestionar al general.
¿Por qué adoptó el nombre de Francisco Villa?
Su nombre era Doroteo Arango Arámbula, según consta en el Registro Civil y en la fe de bautismo de la iglesia de San Juan del Río. Después de que le disparó al hijo del dueño de la hacienda en la que trabajaba, de la familia López Negrete, porque quiso hacer uso de derecho de pernada con su hermana menor, Martina, escapó a la sierra y ahí anduvo como bandolero con Ignacio Parra.
Se cansó de esa vida y por allá de 1910 se fue de Durango a Chihuahua, es cuando se cambia el nombre a Francisco Villa; su abuelo era Jesús Villa, cuyo hijo Agustín era el papá de Doroteo, pero nunca lo registró. Lo que hizo Doroteo es agarrar el apellido que realmente le corresponde, y el nombre Francisco, se presume, es de un tío y sobre todo porque en San Juan del Río había muchos franciscanos. Él siempre decía:”‘Doroteo Arango nació en Durango y Francisco Villa nació en Chihuahua”. Nunca se cambió oficialmente el nombre, empezó a firmar todos los documentos como Francisco Villa hasta el día de su muerte.
Su nombre original lo volvió a usar en una ocasión especial, en la boda del general Máximo García, pues lo había invitado para que fuera su testigo. Cuando le preguntó por qué firmó así, Villa le respondió: “Es que lo de usted sí es cosa seria”.
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