Elisa Miller: “Hablo de cómo el amor se desintegra”

Con la ilusión de formar una vida de pareja, Mateo (Fausto Alzati) invita a Rita (Flor Edwarda Gurrola) a vivir en casa de su padre recién fallecido

'El placer es mío' de Elisa Miller
Víctor González
Ciudad de México /

Al principio el sexo, la química y la diversión reinan, hasta que el deseo de ella por ser madre, el miedo de él al compromiso y la inesperada visita de la prima Alexis (Camila Sodi), ponen a temblar la relación. Con El placer es mío, la directora Elisa Miller desarrolla una reflexión sobre el amor y la violencia en una relación.

¿Cómo nace El placer es mío?

Nace de una época en la que estaba muy decepcionada y enfurruñada con el amor. La típica película romántica termina con “fueron felices para siempre”. Yo quería comenzar con las dificultades a las que se enfrenta la pareja. Digamos, es una película personal en tanto que hay una recopilación de fracasos amorosos, de un Adán y una Eva expulsados del paraíso. Quería trabajar desde una perspectiva femenina. Para mí, las mujeres somos Rita en la manera en la que amamos, que nos equivocamos y que nos paralizamos al ser agredidas. En ese reconocimiento no necesariamente hay un orgullo, sino un cierto pudor de ser así.

¿Vividos en carne propia?

Quizá no tal como está en la película, pero tengo una maleta llena de experiencias, por cierto, ya exorcizadas con la película.

¿Una película sobre el amor parte de una necesidad?

El amor es un tema manido pero en mi caso quería ser un poco más arriesgada, o sea, hacer algo universal y profundo. No solo hablo del amor o de cómo el amor se desintegra. Hablo de la violencia que vive dentro de todos y cómo se desata en situaciones que provocan ciertas heridas. Es un relato de cómo la violencia se mete hasta la cocina.

La cámara es muy discreta, poco invasiva. ¿Por qué?

Quería generar una sensación de presencia, compartir la soledad y el hartazgo. El no irse a tiempo era otra de las reflexiones. La mujer tiene la intuición de que las cosas no están yendo bien y, sin embargo, se queda. Quería que la cámara tuviera el mismo tono que los actores.

En la historia maneja varios clichés de género: la mujer preocupada por tener un hijo o el hombre abocado a su coche.

Me las daba de estar fuera del cliché, pero, como dice mi madre, incluso a la mujer más libre si le dicen “Cásate conmigo” cae. Aseguras: “No quiero ser madre” y tómala, ahí vas. Por algo se llaman clichés, es algo casi natural y por más que quieras darle la vuelta, es imposible. El lugar común es por algo. Cuando te enamoras terminas haciendo cosas a las que te habías negado siempre. El proceso de filmación fue muy disfrutable porque los integrantes del crew nos identificamos con los personajes.

Hacia el final de la película aumentan los silencios.

Era el tono que buscaba. Cada vez les costaba más comunicarse entre sí. Platicando con Flor Edwarda Gurrola nos cuestionamos: ¿por qué no la hicimos más cómica? Al final nos salió muy seria y contenida. No sabría explicarte por qué.

Muestra una relación destructiva, en especial del hombre con la figura paterna. ¿También vivencial?

La relación que tienes con tus padres es determinante en las relaciones con la pareja. En mi caso, me llevo bien con mi papá pero conozco de cerca relaciones muy conflictivas.


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