Emilio Portes: “El cine de terror refleja el país en que vivimos”

Cine entrevista

Charlamos con Emilio Portes sobre su nuevo filme 'Belzebuth', que fiel al terror clásico nos lleva por una historia que trastoca mitos bíblicos y lidia con demonios

Joaquín Cosío personifica a un agente fronterizo, trastoca mitos bíblicos y lidia con demonios
Héctor González
Ciudad de México /

¿Qué tipo de fuerza es capaz de asesinar a un conjunto de recién nacidos? El agente fronterizo Emmanuel Ritter (Joaquín Cosío) deberá descubrir la clase de demonio que ronda la región. Fiel al terror más clásico, el realizador Emilio Portes filma Belzebuth, una historia que trastoca mitos bíblicos y sobrenaturales.

Si bien el cine de terror siempre había rondado sus películas, nunca lo había abordado de una manera tan explícita como en Belzebuth.
Dos de mis grandes influencias han sido las comedias mexicanas de los años cuarenta y el terror ochentero. De ambos géneros nace una mezcla de horror comedy que se ve reflejado en mis primeras dos películas, pero en el guion de Luis Carlos Fuentes encontré personajes muy interesantes que me reencontraron con las películas que amé toda la vida.


Ubicar la historia en la frontera entre México y Estados Unidos le da un matiz social a la película.
Sin duda, aunque quería hacer una película de terror clásico. El personaje del policía me permitía mostrar los claroscuros de alguien que, inmerso en una tragedia, se ve obligado a incursionar en el mundo sobrenatural.


¿Por qué llevar lo sobrenatural hacia la religión?


Tanto Belzebuth como Pastorela son películas muy católicas; tienen mucho arraigo en las creencias y la mitología de la Biblia. La religión es algo muy presente en la mexicanidad.



Si bien se acerca al horror clásico, la película tiene un discurso visual más actual.


Quería una estructura clásica, es decir, una película sugestiva, intrigante y un poco ambigua para transmitir nerviosismo. El terror es muy catártico y en este sentido me gustaría que el espectador no pueda dormir al menos un par de noches. Además, es un género que marca códigos que visualmente exploran algunas cosas. Hacer una película de terror implica moverte entre los polos de la convención, el cliché y lo clásico. De pronto, el grado de realismo marca la diferencia entre una película seria y una parodia.



Mientras que en El crimen del cácaro Gumaro proponía una plástica de serie B, ahora hay una estética más realista.


En el caso de Belzebuth, siempre tuvimos claro que se trataba de una película de ambientes y haber escogido como locación la frontera entre México y Estados Unidos nos dio materiales para generar ciertas emociones lúgubres en el espectador. En ese sentido, consigue ser un reflejo más fiel del país en el que vivimos.



La frontera es en sí misma un sitio terrorífico en más de un sentido.


La idea de readaptar el guion a la frontera fue para poner a la película en una situación de reflejo: es una de las zonas más conflictivas del país. El cine de terror es una alegoría del país en que vivimos. Ojalá todas las cosas que pasan fueran obra del demonio Belzebuth, pero la realidad es que son obra de los hombres de carne y hueso.



Hace unos años, con Km. 31, se habló del resurgimiento del cine de terror mexicano con gran formato de producción, pero, salvo casos aislados, no pasó nada. Seguramente Belzebuth generará comentarios similares.


El terror es como un yo-yo: va y viene. Al mexicano le encanta el cine de terror, en particular el norteamericano y el asiático. Las producciones nacionales han puesto el pie dentro de una industria sobresaturada de comedia romántica. Por supuesto, ayuda la presencia de realizadores como Guillermo del Toro para darle la seriedad que merece. Uno de los problemas del cine mexicano es la poca variedad de géneros. Predomina la comedia romántica y el melodrama autoral, pero falta cine de terror o western.



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