La exposición Nancy Spero: Paper Mirror, en el Museo Tamayo, presenta por primera vez en México la obra de una de las artistas norteamericanas más significativas —por su lucha por la igualdad y su propuesta estilística y formal— del siglo XX.
Para Spero, la pintura fue un arma, exploró el cuerpo como un espacio político y también literario, como se observa en la energía del pincel. Gracias a la museografía, el espectador puede apreciar los cuadros desde perspectivas distintas. Desde la lejanía, las figuras parecen tomar vida propia y salirse de sus soportes, revelándose como en The Goddess Nut I y II (1990), mientras de cerca, las texturas y el trazo relatan a detalle narrativas más íntimas como en Female Bomb (1966). Esta fuerza también se debe al papel y a cómo lo ocupa. Cada pieza es una batalla, y no solo por la temática (la Guerra de Vietnam en las War Series), sino por su construcción. Si abandonó el óleo fue porque lo consideró un medio masculino; renunció a él y se refugió en el papel para explorar esa fragilidad aparente y para vivirlo a partir del uso de otras técnicas. Las voces de la acuarela, el grafito, la tinta, acentuaban una polifonía visual que le resultaba más femenina.
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Así, a partir de la década de 1970, se propuso crear un lenguaje pictórico que, además de transitar entre lo visual y lo literario (sus obras son una especie de cuentos, Codex Artaud), reflejara la feminidad del medio. Más allá de enfocarse en la mujer como protagonista de su trabajo, lo que le importaba era explorar la delicadeza del soporte, extender en la técnica su discurso. Conquistar el papel era confrontar la masculinidad dominante del mundo.
Su dibujo delicado complejiza la violencia —un tema que está presente tanto en sus series sobre la guerra como en sus mujeres—. Intrigado, el observador se va metiendo en la obra, como se experimenta en Maypole: Take no Prisoners.
Esta retrospectiva, curada por la artista Julie Ault, expone más de cien obras que si en lo individual son un relato, en conjunto integran una misma historia. Quizá porque Ault también es una editora interesada en las posibilidades del archivo como estrategia del arte, la muestra está desplegada como un libro que no impone una lectura y tampoco marca una cronología ni funciona como biografía. Se trata de una antología visual; cada espacio se abre invitando a ser vivido en lo pictórico. El visitante, seducido por el gesto narrativo de la autora, se mira en un espejo de papel.