En el año 2000, Enrique Norten (Ciudad de México, 1954) abrió en Manhattan una sucursal de su firma TEN Arquitectos (Taller de Enrique Norten). Sus proyectos en el extranjero iban en aumento y necesitaba un centro de operaciones con ubicación estratégica. La audacia no fue menor. Norten fundó en la gran metrópoli estadunidense el primer despacho arquitectónico mexicano con potencial para trabajar en cualquier lugar del mundo.
Con más de 90 obras construidas y cientos de diseños en México, Estados Unidos, Corea, Gran Caimán y España, Norten es el arquitecto mexicano con el mayor número de proyectos en el extranjero.
El urbanista, quien divide su tiempo entre su oficina en Manhattan y la localizada en la colonia Hipódromo, en la Ciudad de México, tiene en puerta alrededor de 20 proyectos, cada uno de ellos supervisados directamente por él. “Sería irresponsable aceptar más”, dice en entrevista con Laberinto quien desde 1998 es catedrático de la Universidad de Pennsylvania y ha sido profesor en instituciones como la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Yale y crítico de Diseño en la de Harvard.
En julio pasado se colocó la primera piedra del Museo Mexicano de San Francisco, el primer recinto de arte, cultura y patrimonio mexicano, chicano y latinoamericano del mundo, cuya edificación está a cargo de Norten. Su firma también realiza un complejo arquitectónico de usos mixtos en Brooklyn, que albergará 379 condominios y será sede de la nueva sucursal de la Biblioteca Pública, además de otros organismos culturales.
Su consolidación en el panorama internacional no le ha impedido seguir trabajando en México, donde es autor de ambiciosos proyectos. Uno de ellos es el Museo Nacional de la Energía y la Tecnología, en el Bosque de Chapultepec, que contará con más de 40 mil metros cuadrados de áreas verdes.
Ciudad de México y Nueva York albergan algunas de sus obras más representativas como el edificio de usos mixtos de Televisa Chapultepec, por el que recibió el prestigioso Premio Mies Van der Rohe; el Centro Nacional de las Artes; el primer rascacielos en el barrio de Harlem; el conjunto habitacional y corporativo de Mercedes Benz: Mercedes House y el lujoso Hotel Americano en Manhattan, logros superiores si se considera la complejidad que conlleva construir en la isla neoyorquina, que va desde numerosas trabas burocráticas hasta el reducido espacio físico.
Pero Norten está habituado a los desafíos. Ya lo había demostrado a finales de la década de 1980, cuando junto a colegas como Alberto Kalach e Isaac Broid revolucionó el diseño nacional dominante y creó una arquitectura mexicana original haciendo uso de la tecnología y aplicando conceptos de sustentabilidad. “Buscábamos, desde nuestra plataforma mexicana, participar en el discurso universal”, reitera. Con su arquitectura de acero y cristal no solo rompió con los cánones establecidos, también se incorporó de manera definitiva al escenario internacional.
¿Cómo ha sido trabajar en una ciudad tan compleja desde el punto de vista arquitectónico como Nueva York?
Nueva York es una ciudad de oportunidades. Tenemos la suerte de llevar muchos años trabajando ahí y de seguir teniendo numerosas oportunidades.
Nueva York es una ciudad que se reinventa todos los días. Algunas cosas se tiran y otras se sustituyen. Algunas más se transforman mientras que otras se consolidan. El espacio no ha sido impedimento para seguir construyendo. Ahora mismo tenemos un gran proyecto de más de 200 mil metros cuadros para un centro comercial. Creamos mil 200 viviendas, comercios y oficinas en un espacio que ya estaba totalmente construido. Ese es solo un ejemplo de cómo la ciudad va transformándose. Otro ejemplo es el edificio Mercedes House, al oeste de la isla de Manhattan. Es nuestra edificación más alta y la de mayores dimensiones: un conjunto de usos múltiples que ocupa tres cuartas partes de una manzana.
Está a punto de terminar la llamada Torre Brooklyn. ¿En qué consiste?
Se trata de un proyecto muy interesante de participación pública y privada; esto es, con inversión del gobierno de la ciudad y de un desarrollador privado. Es una torre con 350 departamentos, pero es mucho más que eso: una combinación de vivienda, comercios y espacios culturales para cuatro importantes instituciones neoyorquinas. Esta obra tiene una condición muy especial por muchas razones. Una de ellas es su ubicación en el centro de Brooklyn, una de las áreas de mayor desarrollo urbano. El proyecto es una especie de ancla en un parte que desde hace algunos años se ha considerado el Centro Cultural de Brooklyn.
¿Cuáles son los proyectos actuales de TEN en México?
Tenemos varios y en distintas etapas. Uno que está prácticamente terminado y en el que las cosas parecen ir muy bien es el nuevo Museo Nacional de la Energía y la Tecnología en el Bosque de Chapultepec. El diseño pretende integrar armónicamente el edificio al bosque, las áreas verdes serán totalmente públicas. La oficina también está a cargo del diseño de las estaciones de la nueva línea del tren que unirá al Estado de México con la Ciudad de México. Además, tenemos proyectos privados, edificios de usos mixtos que son casi como pequeñas ciudades dentro de otras ciudades.
Su oficina diseñó un plan maestro para la recuperación de Xochimilco. ¿Qué sucedió con él?
Por desgracia, está totalmente olvidado en uno o en muchos cajones. Es uno de esos proyectos que no sobrevivieron al cambio de administración sexenal. No hubo continuidad debido a la diferencia de intereses entre los líderes de la administración pasada y la actual. Trabajamos en ese diseño durante los seis años anteriores y está totalmente concluido. Con esta obra se pretendía el rescate de un área importantísima de la ciudad, protegida por la UNESCO. El proyecto contempla la posibilidad de reinventar esa zona y al mismo tiempo darle una plataforma para que pueda desarrollarse hacia un futuro mejor. Ojalá un día renazca el interés en él.
¿Cómo puede la arquitectura hacer las ciudades más habitables?
Es una profesión que puede aportar muchísimo a la calidad de vida de las personas. Los arquitectos somos los encargados de crear el ambiente que habitamos. En ese sentido, construimos estructuras de todo tipo, no solo físicas, también creamos estructuras de movimiento y de pensamiento. A través de la arquitectura se van definiendo las oportunidades que una ciudad brindará a sus habitantes. La gran mayoría de los arquitectos quiere cumplir con responsabilidades que no tienen que ver solo con condiciones funcionales o de uso sino también estéticas.
¿Una de las funciones de la arquitectura es embellecer las ciudades?
La arquitectura es muy compleja. La belleza en la arquitectura es algo muy relativo. Una buena pieza de arquitectura no siempre es considerada bella por una mayoría. Pero una obra no pierde su belleza por el hecho de que, por desconocimiento, un público no la considere así. La belleza es, desde mi punto de vista, un valor absoluto, pero puede ser interpretada de muchas maneras. Por eso prefiero no utilizar ese término.
Se le considera precursor de un movimiento que transformó la arquitectura mexicana. ¿Cómo recuerda esa época?
No me toca a mí determinar si fui precursor. Eso se lo dejo a ustedes. Pero lo que sí puedo decir con certeza es que a varios arquitectos nos tocó vivir un cambio definitivo en este país. A partir de la década de 1980 vivimos un momento de apertura. La globalización, las nuevas tecnologías, la interconectividad, todo eso tuvo un efecto importantísimo en la arquitectura. Surgió un discurso universal que no se había vivido antes y como arquitectos nos tocó documentar ese gran movimiento a través de nuestro trabajo.
En la escena artística internacional (cine, música, danza), hay muchos mexicanos destacados. A usted se le ha llamado el arquitecto del 'mexican momento'. ¿Qué opina de eso?
Yo no quiero creer que hay un mexican moment porque eso implicaría una condición efímera. Es casi como decir “vamos a vivir nuestros 15 minutos de fama”. Prefiero pensar que México ha llegado a un momento de madurez, de consolidación en distintos campos en las artes plásticas, en la música y en la arquitectura. México tiene una fama bien merecida en la creación global. Los mexicanos somos jugadores que participamos seriamente en el discurso universal y eso ha merecido la atención del mundo hacia nuestro país.
¿Por cuál de sus obras le gustaría ser recordado?
Cada proyecto es diferente y responde a condicionantes muy diversas. Cada uno tiene su propio sello y su propia personalidad. No es que me gusten los ejemplos simplones pero es como una familia: todos los hermanos se parecen pero cada uno es diferente. Sin sonar cursi, pienso que el mejor proyecto es el que estoy haciendo ahora.