Es increíble cómo, rascando un poquito, buscando con cuidado, en el México profundo no avasallado por la modernidad y las fauces de las urbes, pueden encontrarse vestigios de representaciones parateatrales de herencia prehispánica o de las épocas tempranas de la Nueva España cuando franciscanos y dominicos usaron el teatro de evangelización como eficiente arma en la gesta por convertir al cristianismo a la población indígena. Un ejemplo de ello es el Auto Mariano que continúa vivo en Temimilcingo, municipio de Tlaltizapán, Morelos. Este pueblo, dicen los habitantes, tiene antecedentes olmecas de entre el siglo mil 200 y 400 a.C. La refundación a manos de la cultura nahua ocurre posiblemente hacia el mil 300 con la tribu tlahuica. Temimilcingo posee uno de los primeros conventos franciscanos del siglo XVI y hay evidencia de que los religiosos emprendieron con el teatro la evangelización de este territorio morelense.
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Doña Victoria Portillo Mendoza es la depositaria de la tradición, y cada 12 de diciembre representa un Auto Mariano singular en Temimilcingo. Tiene 86 años de edad, un sentido del humor y memoria prodigiosos, y ha dedicado 73 a que sobreviva la representación. Ella la heredó de una tía suya que también llevaba toda la vida haciéndolo, misma que la recibió de otra tía y así sucesivamente. Los orígenes, pues, se hunden en la bruma de los tiempos. Doña Victoria no le llama Auto Mariano a lo que hace, sino “Los versitos”, y con ellos convoca a 200 niñas y niños cada año para que los aprendan y los reciten a la Virgen de Guadalupe. La parte estrictamente dramática, entendiéndola como la encarnación de personajes que interactúan dialógicamente atravesados por un conflicto (para decirlo de manera simple y chapucera), ha ido adelgazándose para cobrar mayor importancia la procesión y los cánticos en español y en náhuatl. Es curioso que la parte dramática del Auto haya cedido ante la necesidad de parateatralidad (hoy llamada performatividad) que se sustrae a las nociones aristotélicas de teatro.
TRASPUNTE
MÉXICO RECÓNDITO
La maravilla de que Los versitos sigan vivos se debe también al apoyo de Blanca Anzures Portillo (hija de doña Victoria) y Saúl Vázquez (esposo de Blanca), ambos promotores culturales muy reconocidos en Morelos que preparan el rescate de esta memoria teatral y parateatral. Mucho nos falta por rescatar del México recóndito.