Los cantos, el tambor y el dolor de los pueblos originarios, que por siglos fueron segregados en Canadá —país que hasta llegó a decretar, hace más de 100 años, una ley para separar a los niños y las niñas de sus familias, con la intención de “asimilarlos a la cultura occidental”— cimbraron el 47 Festival Internacional Cervantino.
Un grupo de cantantes guturales y músicos aborígenes de la First Nations (primeras naciones), algunos de ellos sobrevivientes de las “escuelas residenciales” salió al escenario del Auditorio del Estado, en la ciudad de Guanajuato. De acuerdo con los registros de la historia, estas escuelas representaron un infierno para quienes pasaron por ahí.
Para contribuir a saldar esta deuda, la Royal Winnipeg Ballet, bajo la dirección de André Lewis creó la propuesta escénica Going Home Star-Truth and Reconciliation, que se relaciona con Keewatin, como la llaman los Cree, a uno de los grupos de las primeras naciones.
Con esa historia, la compañía fundada en 1939, la única en Norteamérica que cuenta con el título Royal, otorgado por la reina Isabel II, se sumó a la iniciativa del gobierno que creó la Comisión de la Verdad y reconciliación de Canadá para aprender y entender el efectos que habían tenido las escuelas residenciales en las personas que las habitaron.
Para lograr una verdadera integración y que esta se transmitiera en el espectáculo, se realizó un ritual y los bailarines interactuaron con las comunidades indígenas.
En escena, el público se quedó sin habla, al conocer que más de 150 mil niños fueron arrancados de sus hogares y llevados a un internado, separándolos de toda su cultura y sus tradiciones, ya que tenían prohibido comunicarse entre ellos en su lengua ancestral.
Esas vivencias son el cimiento de la obra Going Home Star, la cual es narrada a través del ballet, ya que no hay danzas indígenas.
Esta fue una historia que sucedió en Canadá pero no se habló de ella, hasta hace apenas unos 10 años.
El argumento de la obra se basa en los personajes de Gordon y Annie, de raíces aborígenes. Ella trabaja como estilista en un salón de belleza y sin referencia de los que sucedía al interior de los internados de las llamadas escuelas residenciales. Él es un indigente que vivió y sufrió maltratos, así como abusos en el internado de las llamadas escuelas residenciales.
Gordon le muestra esa realidad a Annie que no llegó a conocer, incluso hasta rompe la pared del lugar del lugar que lo marcó de por vida.
Él le enseña y le cuenta esa historia para que ese pasado no se olvide, logrando despertar en ella su herencia ancestral para poder conectarse con su cultura.
El director de Royal Winnipeg Ballet indicó que su aspiración es plantearle ese hecho al público, con la idea de construir puentes para contribuir, por medio de esta historia, a una especie de reconocimiento y de perdón.
Esta iniciativa forma parte de una política pública emprendida por la Comisión de la Verdad y la reconciliación, se llevará siete generaciones, de acuerdo con el director de la Royal Winnipeg Ballet.
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