Antes de su concierto el domingo en la Alhóndiga de Granaditas de Guanajuato pocos conocían la música de Elida Almeida. Pero bastaron las primeras canciones de la cantante de Cabo Verde en el Festival Internacional Cervantino para que el público cayera rendido ante una actuación hechizante.
Con voz privilegiada y un carisma incontenible, Elida echa mano de diferentes ritmos de la música tradicional de Cabo Verde y otras regiones de África, así como de otros países, para crear una propuesta original. En su presentación que fue respetada por las intensas lluvias de estos días, lo mismo recordó a Cesária Evora, la máxima figura de la música en la isla, que desbordó el escenario con ritmos africanos y hasta regaló una versión de “Bésame mucho”, de Consuelito Velázquez.
La cantante que se presentará el miércoles a las 20 horas en el Palacio de Bellas Artes, refiere entrevista que “Cabo Verde es una isla frente a Senegal, muy pequeña con solo 500 mil habitantes. Yo soy del sur, de la isla de Santiago, un lugar muy distante. Allí hay mujeres de mi edad que ya tienen cinco o seis hijos porque ese es su destino, decidieron conformarse. Yo no, yo quise ser grande, batallar, dejar una marca en la música de Cabo Verde. Ahora mi ambición es mayor: quiero dejar una marca en la música africana”.
La cantante de 26 años comenzó a conquistar un lugar en el panorama internacional, lo que ha logrado desde su primer álbum, Ora doci, ora margos, que incluye la canción “Nta Konsigui”, que cuenta con dos millones 700 mil visitas en YouTube. Su segundo disco, Kebrada, apela a sus raíces africanas a través de ritmos caboverdianos como batuque, funaná, coladera y tabanka.
Uno de sus deseos es que cuando la gente hable de música africana “se hable de Miriam Makeba, Oumou Sangaré, Cesária Évora y de Elida Almeida. La música que hago es una música simple, que habla de mí, de lo que ocurre a mi alrededor, de lo que ha sido esa batalla de querer ser grande, de querer hacer una diferencia”.
Refiere que como otras mujeres de su edad se pensaba que su destino era ser madre de dos, tres o cuatro hijos –ella tuvo uno los 14 años¬–, “pero yo quería algo más y batallé por ello. Y creo que eso es lo que hacen las mujeres de esta generación, se dan cuenta que hay modos de destacar, de hacer cosas. Creo que todo mundo tiene una disposición hacia el arte dentro de sí, puede ser la música, pero también la escritura, la pintura o la danza”.
Elida considera que “dentro de todo mundo hay un artista, pero debemos luchar por ello para dejar una marca en el mundo. No podemos pasar por el mundo solo por pasar, debemos dejar algo que haga una diferencia, dejar una marca”.
Amor a las raíces
Almeida dice estar abierta a todas las influencias musicales, pero nunca olvida sus raíces. “En cada país que visito, cada continente, tengo más certeza de la música de Cabo Verde, de su fuerza. Cabo Verde es conocido en el mundo por la fuerza de su música, pero tiene que competir con las músicas de Malí, Nigeria y otros países, y luego llevarla al mundo. La música que yo hago tiene que ver con Cabo Verde, pero también con todas las influencias, con todo lo que vivimos día a día, nuevas músicas, nuevos instrumentos. Eso hace que la música de Cabo Verde crezca y que abra fronteras”.
El tema de la identidad es algo que le interesa mucho. “Yo hago música tradicional con un toque moderno, pero no puedo deshacerme de mis raíces –asegura–. Para atraer a los jóvenes tenemos que ver la manera de hacer la música tradicional, pero con elementos que goce esta generación”.
Tanto en México como en Cabo Verde la música tradicional no se difunde entre los jóvenes. Almeida afirma que hay que inculcarles a los niños el amor por sus tradiciones. Pero es algo muy profundo que no solo tiene que ver con la escuela, sino con el gobierno, con el poder local y con los medios de comunicación. Aunque este tipo de música no tiene la oportunidad de escucharse en los grandes medios”.
Con una temática social en sus canciones, que lo mismo hablan de violencia doméstica que de situaciones de pobreza, relaciones tormentosas o el empoderamiento de las mujeres, rítmicamente son muy fuertes, invitan a bailar y cantar.
La intérprete africana dice con una sonrisa: “A todos los caboverdianos nos gusta mucho bailar y cantar. Somos un país pobre, no tenemos nada. Tenemos problemas, sí, pero todo se resuelve con música: a cantar o bailar”.