La bailaora Sara Baras tomó por asalto el alma de los guanajuatenses que acudieron a su presentación en la Alhóndiga de Granaditas, durante el 47 Festival Internacional Cervantino, a cambio se arrancó el corazón, de manera simbólica, para lanzarlo con todas sus fuerzas al auditorio.
El público, desde el momento en que vio en el escenario las sombras de su compañía Ballet flamenco, reflejado sobre los enormes lienzos utilizados como escenografía, que resultaron una enorme pintura... No dejó de aplaudir.
Su voz se escuchó de repente en medio del espectáculo, en el que la música era el resultado del ritmo, la cadencia y fuerza del zapateado de los bailaores.
“Mi farruca en mi sombra, ella me vio nacer, cuando ya había nacido, me lleva de la mano tras los telones, cuando suben, cuando bajan, siempre ella profunda, flamenca, es el reflejo múltiple y la soledad más íntima”.
Los asistentes que no llenaron el aforo de cinco mil personas, ya que toda una grada estaba completamente vacía, resultaron hechizados con su propuesta escénica digna de un Festival Internacional Cervantino, el encuentro cultural que en 2003 la recibió en el Teatro Juárez.
La musicalidad del talón y punta de la también coreógrafa, Sara Baras y su compañía, con dos décadas de historia, se combinó con el juego de las luces de colores y sombras.
El Cielito lindo, el segundo himno de México, fue interpretado en cante hondo, con todo sentimiento de esta tradición cultural tan arraigada en España.
Al final la bailaora agradeció el cálido recibimiento que siempre le da el pueblo de México, dijo estar encantada de estar aquí nuevamente en Guanajuato y en el Cervantino.
“Es un honor poder dejar nuestra alma y nuestro corazón en esta tierra tan maravillosa y con un público tan bueno”, expresó la artista, mientras empezaba a caer una lluvia ligera, que no asustó a los asistentes, que la ovacionaron hasta que Sara Baras se perdió entre las sombras del escenario.
lnb