No es una casualidad que cuatro obras de teatro aborden el tema del movimiento estudiantil del 68. Sí es, en cambio, una necesidad y una obligación. Necesidad, porque desde aquel 2 de octubre se puede trazar una línea de violencia contra los jóvenes que incluye el alarmante aumento de feminicidios y la impunidad en el caso de los desaparecidos, como en el caso Ayotzinapa.
“Muchas de las demandas de hace 50 años no han sido resueltas o incluso han empeorado”, dice Carlos Corona, director de Hecatombe, montaje en el cual aparecen Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría a las puertas del infierno y en espera de ser juzgados.
Las otras dos obras son Olimpia 68, escrita y dirigida por Flavio González Melo y 2 de octubre, mi amor, de Eduardo Castañeda, además de Conmemorantes, de Emilio Carballido.
Los directores coinciden en que el tema sigue vigente medio siglo después por culpa de la realidad. “Justo en estos días estábamos en el teatro con una función mientras afuera había una marcha por los cuatro años de la desaparición de estudiantes en Ayotzinapa”, ejemplifica Castañeda.
Por eso mismo, González Melo considera que es una obligación poner el tema una y otra vez sobre la escena. De hecho, su obra Olimpia 68 tuvo una primera versión hace diez años. “Es muy fácil decir ‘2 de octubre no se olvida’, pero ¿qué tanto realmente hemos aprendido la lección de esa generación? Lo que más se recuerda es la manera abrupta en que el gobierno terminó con el movimiento, pero la lucha de esa generación de jóvenes era mucho más amplia”.
Esta idea se nota en la anécdota de la obra, que no se centra en la matanza de Tlatelolco sino en la Villa Olímpica que albergó a los deportistas durante las Olimpiadas que se celebraron en México días después de aquel 2 de octubre.
“Los personajes se van cruzando en estas dos realidades. Un deportista es confundido con un líder estudiantil y el Batallón Olimpia lo tortura para obligarlo a que confiese algo que en realidad no sabe. Y por otro lado, un activista termina en la Villa Olímpica, extraviado y con un golpe en la cabeza que lo ha hecho olvidar todo”.
De modo que con las tres obras se arma un rompecabezas de lo que fue esa generación y la manera en que, irremediablemente, su historia se ha repetido. Es un argumento que se ve claro en el caso de Hecatombe.
“Lo que quiero mostrar es que aquellos jóvenes no son diferentes a los que luchan hoy. Salvo en la ropa y en la música que escuchan, en realidad seguimos viendo la violencia que se ejerce contra ellos, lo mismo en el 68 que hace dos semanas”, dice Carlos Corona.
De las tres obras, es la que más se acerca a los hechos de Tlatelolco. Con López Mateos y Díaz Ordaz en la antesala del noveno círculo del infierno, se acomodan en sus sillas presidenciales y declaran: “Ya que estamos aquí ¿por qué no nos condenan de una vez?”
La idea de que el movimiento estudiantil de 68 no terminó aquel 2 de octubre está presente en los tres montajes. En 2 de octubre mi amor, un asesino serial decide, usando la misma lógica y argumentos que llevaron al Estado a justificar la represión en el 68, a buscar y asesinar a las mujeres que participaron en el movimiento estudiantil.
Porque, al final, los tres directores coinciden en que el teatro debe cuestionar el presente. “Los jóvenes tienen que cuestionar el poder sin importar quién ocupe la silla presidencial. Si el partido en el poder se equivoca, los jóvenes tienen que ser la voz crítica y a nosotros nos corresponder protegerlos”.
Hecatombe se presenta hasta el 7 de octubre en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz del Centro Cultural Universitario, y Olimpia 68, hasta el 14 del mismo mes en el Teatro Julio Castillo. La obra 2 de octubre mi amor se estrenará el 6 de octubre en el Centro Cultural Helénico.
Evidencian con obras del 68 violencia contra jóvenes
Tres propuestas que abordan el tema coinciden en la necesidad de retratar en escena los problemas de este sector en nuestros días.
México /
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