Prefiere los rayos del sol del Centro Histórico de Ciudad de México, sonríe, se siente cómodo e invadido por la emoción, su amabilidad es genuina. Felipe Galindo Gómez, Feggo platica con MILENIO a unas horas de que su vuelo lo lleve de regreso a Nueva York, porque tiene en puerta su más reciente exposición.
El ilustrador y caricaturista mexicano inaugura precisamente este 17 de diciembre la muestra Culture In A Cup/ Cultura en una taza, con obras de arte inspiradas en la exquisita y aromática bebida del café, pero también atrapado por los bebedores y las cafeterías en diversas partes del mundo.
Realmente emocionado por haber sido reconocido con el Premio a la Trayectoria de Caricatura Gabriel Vargas, en el Museo del Estanquillo, Carlos Monsiváis, de CdMx, destaca que es una exposición curiosa, porque la presenta en un café que al mismo tiempo es galería.
La muestra organizada en Buunni Coffee Inwood, con el apoyo del Consejo Cultural del Bajo Manhattan y la Corporación de Desarrollo de la Zona de Empoderamiento del Alto Manhattan, presenta 40 años de viajes de sus dibujos en las libretas que siempre lleva consigo.
“Siempre que estoy en un café me gusta dibujar a la gente; de ahí me surgió la idea de hacer una serie de dibujos de cafés de todo el mundo, desde París, pasando por Jerusalén y terminando en Camboya. Me gusta viajar mucho y el café es una bebida universal, se ha vuelto algo que se consume en todo el mundo; se dice que el café se originó en Etiopía, y la dueña de la galería Buunni Coffee Inwood, es de ese país; cuando vio las obras me invitó a exhibirlas”.
Dice Feggo que disfruta saborear el cafecito negro, y recuerda que cuando estaba en México no había la cultura del café: “Cuando se impulsó al Instituto Mexicano del Café en fines de los 70 y principios de los 80, andaban unas personas a las que les llamábamos cafenautas vendiendo café, se me hacía muy simpático”.
El caricaturista se fue a vivir a Nueva York en los 80, desde donde ha conquistado las planas de las publicaciones periodísticas más importantes como The New York Times, The Wall Street Journal y The New Yorker.
Lleno de orgullo por el reconocimiento que le brinda su país y sus
En deuda con Frida
colegas caricaturistas, Feggo, quien ha dejado huella de su arte público en la serie en vidrio "Magic Realism in Kingsbridge”, que realizó para la estación de metro de la calle 213, de Nueva York, está dispuesto a pagar una deuda que tiene pendiente con la pintora mexicana Frida Kahlo.
Prepara para 2024 una exposición junto con la publicación de un libro con sus ilustraciones inspiradas en la legendaria artista mexicana y su paso por la Gran Manzana en los 30.
¿Cómo presentas a Frida?
Es obra gráfica, lo hago todo digital: impresiones. Eso es lo que expongo y vendo, expresiones digitales con muy buena calidad; y enseño sketches y dibujos preparatorios. Una de estas obras que presentará será en la que Frida Kahlo está bailando con la estatua de la libertad, una de las primeras obras que hice de la artista. Es curioso, en Nueva York en Times Square hay un área en la que permiten a la gente tocar música; en una ocasión vi a un grupo mexicano, y ahí se me ocurrió pintar a Frida bailando con la Estatua de la libertad, que dicho sea de paso, es una inmigrante francesa.
¿Cómo será el libro?
Lo quiero hacer sobre Frida Kahlo en Nueva York, porque ella vivió en Estados Unidos, estuvo cinco veces, y expuso allá por primera vez. Lo curioso es que cuando yo vivía en México no la reconocía mucho, aunque estuve viviendo en Coyoacán por ocho años, nunca fui a su casa y trabajé frente al museo. Llegando a Nueva York ella se volvió muy famosa y ahora yo tengo que hacer fila para poder entrar al Museo Frida Kahlo.
Pero ya la revaloré; cuando era estudiante de arte tenía mucha influencia de movimientos del extranjero, tengo una deuda con ella.
Ya tengo el proyecto que reunirá unas 30 obras, con las que quiero hacer incluso una animación, pero primero sacaré el libro y buscaré una galería para exponer ese trabajo.
Frida Kahlo ha puesto el arte de México en el mundo, es un símbolo. Los niños de tercero y cuarto año de primaria a los que les doy clases me sorprenden porque saben quién es Frida Kahlo, pero no saben quién fue Diego Rivera. La luna opacó al sol y lo está eclipsando.
¿Qué les dices a las nuevas generaciones sobre el humor blanco en las caricaturas?
Creo que el humor, aparte de la función de hacer una crítica, debe aportar algo, una reflexión; la fórmula del humor político es más o menos como la que se inició en Francia en el siglo XVIII, pues seguimos criticando a la gente en el poder. Alguien que me gustaba mucho era Rius, porque criticaba, pero proponía, criticaba Coca Cola, pero decía: tómate un agua de jamaica; tenía las dos cosas y eso es una muy buena manera de reír.
¿Cómo conociste a tu esposa?
Ella estaba estudiando sociología en la UNAM, y la vi en una conferencia de caricatura donde estábamos hablando los moneros; la vi entre el público y me flechó, cosa curiosa. No le hablé ese día. Yo trabajaba en el Archivo de la Nación haciendo unas investigaciones, así que días después pasé por la biblioteca, y ahí estaba ella, entonces sí me fui a presentar. El resto es historia, ya son 42 años juntos.
Cuando nos fuimos a Nueva York ella iba a estudiar técnicas de danza contemporánea y después logró una beca con Merce Cunningham, un coreógrafo de vanguardia. Poco tiempo después viajamos a Europa, y en Inglaterra ella tuvo una epifanía viendo relieves de los asirios. Regresamos a Nueva York y fue a comprar material de arte, se puso a hacer esculturas; yo estaba maravillado, le decía que era sorprendente porque yo había estudiado arte y ella lo traía. Le digo que tenía ya el software.
La apoyo mucho, como ella a mí; somos una excelente mancuerna, nunca es competencia, es como bailar juntos, porque todo queda en familia.