Ana García Bergua: contar historias en la regadera

Confesionario

La autora de Isla de bobos cuenta, entre oras cosas, por qué detesta la poesía de Benedetti, qué libros la inspiraron a escribir y la frase que guía su vida.

La escritora mexicana Ana García Bergua. (Foto: Oswaldo Ramirez | MILENIO)
Ángel Soto
Ciudad de México /

Ana García Bergua es narradora y ensayista. Es autora, entre otros, de los libros El umbral, Rosas negras e Isla de bobos. Mantiene la columna quincenal "Husos y costumbres" en Laberinto. y en 2013, por su novela La bomba de San José, obtuvo el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, un reconocimiento de cuyo jurado formó parte en la edición 2020 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

—¿Qué libro te inició como lectora?

Antes de los libros estuvieron los cómics. Mi papá era historiador y periodista de cine y todos los domingos compraba los periódicos. En esa época todos traían sección de monitos y caricaturas fantásticas. Mi iniciación narrativa fue por ahí, con La pequeña Lulú, Archie

Una vez mi papá me regaló Las aventuras de Tom Sawyer, de Mark Twain, y Huckleberry Finn, creo que por ahí entré a la pasión por leer. Twain era muy generoso con el lector.

—¿Y el que te convirtió en escritora?

Me gustaba mucho leer a Dickens. En mi casa se leían muchas novelas francesas: Proust, Balzac, Stendhal. En la prepa, mis maestros de la escuela nos pusieron a leer al boom y al pre boom latinoamericano: Borges, Sábato, Cortázar. Se antoja mucho escribir leyendo a Cortázar.

—¿Qué manías tienes al escribir?

Más bien son costumbres. Yo escribo en las mañanas, a menos que esté muy picada. Ahora estoy probando con la meditación, a ver si logro entrar en otro canal mental. Y esto suena a intimidad, pero se me ocurren muchas cosas en la regadera. Hay gente que canta en la regadera, a mí se me ocurren historias.

—¿Qué libro no has leído y siempre has querido leer?

Acabo de comprar por fin la Historia descabellada de la peluca, de Luigi Amara. Llevaba años queriendo leerlo y por alguna razón no podía conseguirlo.

—¿Tu héroe o heroína de ficción favorito?

Me gusta mucho Gregorio Samsa. Tener de héroe a una cucaracha es terrible, pero me gusta que el hombre quiere seguir haciendo su vida. No es heroico, pero es profundamente conmovedor.

—¿Te gusta leer con música o sin música?

Como vivo con un músico —mi esposo es jazzista—, me he acostumbrado y me gusta mucho escuchar su guitarra; siempre está a lo lejos. A veces me da risa porque me dice: “tienes que oír eso”, y yo llevo todo el día oyéndolo.

Cuando estaba escribiendo Rosas negras, escuchaba todo el tiempo “La Trucha”, de Schubert; es el fondo de la novela.

—¿Qué otra vida te habría gustado vivir?

Me hubiera gustado vivir en otra época, en épocas con gran música: los 20 o los 30. En los 40 no, porque estalló la guerra.

—En ese tenor, ¿cuál es tu época favorita de la historia?

Me gusta mucho el principio del siglo XX, las nuevas corrientes artísticas, el surrealismo, el futurismo, el dadá, el modernismo… Todas esas corrientes estéticas me parecen apasionantes.

—¿Cuál es tu mayor extravagancia?

No tengo muchas. Mis personajes son muy extravagantes, pero yo soy más bien aburrida. Aunque tengo cierta pasión por los zapatos; de muy joven me compraba zapatos con los que no podía caminar.

—¿Qué defecto ajeno te parece más intolerable?

La cursilería y la falta de sentido del humor. Me parece deprimente.

—¿Qué virtud aprecias más en los otros?

La inteligencia, el humor y la empatía.

—¿La mentira más convincente que has dicho?

“Está delicioso”

—¿El animal con el que te identificas?

Con los gatos. Y un poco con los pájaros bobos; los investigué mucho para la novela que escribí (Isla de bobos), porque son animales muy confiados y yo a veces siento que soy demasiado confiada e ingenua.

—¿Qué virtud envidias de tus amigos?

Muchísimas. La inteligencia, la elegancia. Envidio a los que son muy buenos para las relaciones públicas, que siempre saben qué decir y que nunca cometen torpezas. O los que saben quedarse callados cuando toca callar. De muchos amigos míos me parece fabuloso su don de gentes.

—¿El libro que te habría gustado escribir?

En busca del tiempo perdido.

—¿El libro que jamás habrías escrito?

Cualquier poemario de Benedetti, ni de chiste. O muchas novelas machinas del narco donde pintan a las mujeres como fáciles de satisfacer.

—¿Cómo te definirías?

Como lectora voraz.

—¿Qué es lo que más disfrutas?

Comer bien, con las bebidas que lo acompañan. Desde luego leer, ver cine, ver series, viajar y caminar. Me gustan las cosas que a muchos.

—¿Qué superpoder te gustaría poseer?

Me gustaría ser invisible para poder meterme en la vida de la gente y averiguar cosas, porque soy chismosa, y para desaparecer en una situación difícil. También me gustaría poder volar, como en las películas de Disney.

—¿Tienes una frase que guía tu vida?

“Piénsalo dos veces”.

ÁSS

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