Hoy, Diamela Eltit se encuentra en Guadalajara para recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Es un 2021 un tanto extraño si se toma en cuenta que venimos de un “tiempo desconocido, inédito”, en sus propias palabras, pero también de alegría luego de que le fue concedido el Premio Carlos Fuentes a la Creación Literaria, apenas en agosto pasado.
“Siempre he seguido una misma ruta. Mi vida está centrada en lo literario: mis preocupaciones culturales, vitales, han estado muy ligadas a lo literario. Desde la primera novela (Lumpérica), la gran tarea ha sido escribir la otra. Yo misma no he cambiado en tanto escritora, en tanto a la necesidad y el deseo de escribir. Sigo con las mismas seguridades e inseguridades del primer libro. La gran seguridad es que necesito escribir. La gran inseguridad es saber si puedo hacerlo bien”.
Nacida en Santiago de Chile (1949), Diamela Eltit construyó con su literatura un espacio de reflexión crítica y de rebeldía, sobre todo en los años de la dictadura, a partir de su trabajo como integrante del Colectivo de Acciones de Arte (CADA), lo que le permite hablar sobre el compromiso de la palabra, del creador mismo frente a la realidad.
“No hay literatura neutra, de eso estoy segura. Definir una literatura como neutra es político, es una política de la neutralidad. Pienso que la ficción, de una u otra manera, porta políticas; ahora bien, son políticas ficcionales, que tienen que ver con creatividades, aunque apuntan a lo real. No importa qué escenario abra esa escritura, sin embargo, uno puede leer desde un lugar irreal, de manera muy nítida, un realismo”, asegura Diamela Eltit en entrevista con MILENIO.
La violencia, el poder, el cuerpo femenino son temas que han transitado por su obra a lo largo de los años: Por la patria, Los vigilantes, Los trabajadores de la muerte, Jamás el fuego nunca o Fuerzas especiales; una serie de asuntos que tienen más fuerza que nunca, reconoce la escritora.
“Hoy día hay un mayor reconocimiento a las identidades, a diversas identidades, entre ellas la femenina y todas sus variantes y diferencias. Lo que falta sería ingresar al territorio de lo equitativo, porque si bien una cierta emancipación está bastante avanzada, lo que no avanza es la igualdad. Esa igualdad es un horizonte por lograr y creo que es un proceso largo en el que estamos. Aunque la mujer ya es reconocida en términos de derechos, se sigue repitiendo la violencia que, incluso, llega hasta el crimen”.
Desde esa perspectiva, Diamela Eltit es una convencida de la necesidad de liberar a la letra de obligaciones que no tiene, pues muchas veces se le carga de conceptos “asignados al género del autor. Para mí, ha sido muy claro que una cosa es un autor y otra cosa es una autora. Lo importante del libro es la letra, no la autoría. Ha sido muy común ver que la autoría ingresa a la letra y que se lee desde el sexo del autor o la autora, casi como una genitalización de la letra. Por lo tanto, pienso que un horizonte posible es desbiologizar la letra, mantener como dato al autor o autora y entrar de lleno a examinar la propuesta que un texto porta”.