A mediados del siglo XX, Carlos Denegri era el líder de opinión más influyente de México. Reportero estrella del diario Excélsior, tenía una red de contactos internacionales envidiada por todos los periodistas.
Mimado por el poder, como columnista político sobresalió por su falta de escrúpulos, al grado de que Julio Scherer lo llamó "el mejor y el más vil de los reporteros". Industrializó el "chayote" cuando esa palabra todavía no se usaba en la jerga política. En su Fichero Político, donde fungía como vocero extraoficial de la Presidencia y cobraba todas las menciones, podía difamar a cualquiera con impunidad absoluta.
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"Mi principal motivación a pesar de que él fue un hombre intoxicado de poder, tanto en el ejercicio de su profesión como en el trato con las mujeres, es que era un hombre con un talón de Aquiles y una debilidad de carácter que lo arrastraba hasta el despeñadero con más fuerza, incluso más que la ambición. Y yo creo que la novela es el teatro donde los hombres luchan con sus demonios y entonces me pareció interesante escribir una novela narrada desde la conciencia de este personaje que es una conciencia en desintegración sobre todo en los últimos años de su vida, que son el tiempo presenté de mi novela", compartió en entrevista.
Para ubicarlos dentro del contexto histórico y social hizo una reconstrucción de época para señalar como telón de fondo el proceso degenerativo de un régimen político "que llegó al poder a balazos, como una aplanadora invencible, con un paréntesis de liderazgo con Lázaro Cárdenas y que nunca pudo renunciar a su ADN autoritario. Entonces necesitaba una prensa servil y aduladora que rindiera al presidente en turno para crear una mentira impune e imponerse al resto del país porque todas las dictaduras necesitan dar una impresión de unanimidad y ahí fue donde un periodista capaz, porque era políglota y tenía una gran habilidad para las relaciones públicas sabía dónde buscar las fuentes de información".
Su novela también narra el proceso de embellecimiento de este personaje que corre parejo con el régimen al que sigue. Al autor le interesaba también "narrar esa época de su vida cuando él conoce a la mujer que finalmente lo va a matar. Porque yo creo que ya había desde ese momento algo a lo que algunos llaman el instinto de muerte. Se dice que hay dos impulsos que mueven al ser humano, el primero es el principio del placer y el otro el instinto de muerte en el cual uno está inconscientemente queriéndose autodestruir. Y yo me lo imagino literariamente en que lo que lo enamora de esa mujer es su energía y su fortaleza de carácter porque piensa que probablemente esa es la que lo va a acabar matando".
Su trabajo de investigación fue minucioso, "hace unos 25 años leí algunas anécdotas sobre él, contadas por sus contemporáneos y me di cuenta que ya existía una leyenda negra en forma de este personaje. Y cómo los románticos alemanes populares también pienso que eso es la materia prima de la literatura, porque ya se generó este interés y curiosidad por un personaje".
Así se dio a la tarea de reunir " los fragmentos de esa leyenda, complementarlos con una investigación hemerográfica, no de los treinta años que estuvo colaborando en Excélsior qué hubiera sido imposible de leer tal cantidad de colaboraciones, pero sí de ciertas épocas y coyunturas políticas qué expresaban lo que dijo en ese momento. Y también Investigar las revistas que él dirigió así como su paso fugaz por la diplomacia y recabar testimonios de gente en lo cual tuve muchas dificultades. Porque varios de sus discípulos que todavía viven, no quisieron hablar conmigo, quizá porque adivinaron que yo no iba a escribir un panegírico de este personaje". Quien sí accedió fue su hija Pilar "que me contó algunos secretos de la familia. Y ese testimonio fue fundamental para mí porque fue lo que me permitió estructura la novela y averiguar de dónde provenía la misoginia patológica del personaje entre otras cosas".
JMH