Jorge F. Hernández, de vuelta al bosque de la amnesia

Literatura

En 'Un bosque flotante', el escritor mexicano regresa al país de su niñez.

Jorge F. Hernández, escritor y colaborador de MILENIO (Foto: Ángel Soto)
Ángel Soto
Guadalajara /

Meses después de cumplir 30 años, una trombosis cerebral le borró la memoria a May, la madre de Jorge F. Hernández. Muchos años después, frente a un pelotón de teclas, él se sentaría a escribir la historia de su infancia, que es también el relato de “la lenta recuperación de la memoria” de May.

En Un bosque flotante, Hernández (1962) regresa al país de su niñez, Estados Unidos. Eran los años de la psicodelia, de la guerra de Vietnam, de los Beatles. 

"En ese contexto también viví una cosa maravillosa: el descubrimiento de la verdadera amistad. La novela también es un homenaje a mi amigo Bill Connors. La vida nos concedió seguir siendo amigos 50 años después para poder escribir sobre esto”, cuenta en entrevista.

​El lenguaje y la memoria son los pilares que sostienen a la novela. “Mi mamá perdió cuatro idiomas, perdió el solfeo y ya no tocó el piano. Era otra mujer antes de la trombosis. Cuando empezó a recuperar referencias, hilaba conceptos para su propia mnemotecnia, y las cosas no necesariamente embonaban con coherencia: amarillo era jirafa, novecientos era mi abuelo Pedro, verde era café... y bosque era memoria”.

Así, el bosque, ese elemento envolvente y ancestral del ecosistema literario universal, “se convirtió en la metáfora de su amnesia. Es como si ella se hubiera perdido en un bosque y cuando salió al claro, recordó el español”.

En el libro, el autor de La emperatriz de Lavapiés también delinea la figura de su padre, a quien apodaban Garganitlla por su inusitada habilidad para la imitación. “Mi papá tenía una mente prodigiosa, cantaba como Sinatra, como Agustín Lara, e imitaba a Cantinflas en varios idiomas. Mi papá es la gran figura creativa, artística, enloquecida y delirante que tuve siempre cerca”.

Un bosque flotante le permitió a Jorge reencontrarse con los lectores de sus novelas. “Me la pasaba de puro cuento”, dice, en alusión a sus Cuarentínimos para la cuentena (Minerva Editorial, 2020), un libro transmedia de narraciones brevísimas que reúne dibujos, videos, literatura y música.

Esos lectores que le demostraron “solidaridad, afecto y cariño subiendo a las redes fotografías con el libro en las manos” le confirman a este escritor mexicano “que sí se puede leer por placer y que no necesitamos cuadricular todas las cosas ideológicamente”.

ÁSS​

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