La FIL de Guadalajara, una comunidad de lectores

La FIL de Guadalajara es una arena política donde se busca posicionar un mensaje de grupo. Esto no interesa a la mayoría de sus asistentes, que pueden esperar horas para ver de cerca a sus autores favoritos.

Camila Sosa Villada conversando sobre su libro Las malas. (Diana Rojas)
Daniel Francisco
Ciudad de México /

Por lo general, estamos acostumbrados a que quien habla frente a un auditorio asume un personaje, vende una idea, un producto. Persuade e intenta convencernos. Y cuando vemos que alguien se muestra vulnerable, habla de sus fragilidades, de sus miedos, de sus momentos oscuros, nos sorprende. Eso puede ocurrir, por ejemplo, en el pacto no escrito que hay entre lectores y escritores. Y eso se da en un lugar como la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Me tocó presenciar algunos de estos momentos:

Un lector le cuenta a Sergio Ramírez durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FILG) que fue a buscarlo a su casa de Nicaragua, antes del exilio y que no tuvo suerte de encontrarlo. La respuesta que recibió el lector fue que el escritor tenía un horario muy preciso de trabajo. ¿Por qué no espero 10 minutos más?, dijo el escritor sonriendo.

Camila Sosa Villada comparte ante el público de esa misma feria un pasaje de su infancia: “mis padres estaban ocupados en quererse y en odiarse, en sobrevivir a una pasión como esa que ellos se tenían. También a la violencia de mi padre, la depresión de mi madre, yo tenía que hacerme cargo cuando mi madre se pasaba de pastillas y llevarla al baño, ocuparme de mi papá borracho, llevarlo a la cama cuando se dormía cerca de las salamandras, pero siempre estaba muy sola”.

Benito Taibo advierte a sus lectores que es probable que llore de la emoción con el siguiente recuerdo: hace 10 años presentó su libro Persona normal por primera vez en un evento de Ecos de la FILG de Guadalajara. Llegó hasta Tecolotlán, Jalisco, sin saber qué iba a pasar. La pequeña ciudad estaba vacía y no entendía nada, el coche lo llevó hasta un portón enorme de madera, era la biblioteca. Se abrieron las puertas, había un patio central lleno de jóvenes de 15 años. Entró por un pasillo y se levantaron adolescentes y dijeron de viva voz: “yo soy Ana Frank, tengo 13 años, soy una niña judía”; se levantó otro chico y dijo: “yo soy Ulises”, se levantó otro y dijo: “yo soy Tom Sawyer”, “se levantó otro chico y yo empecé a llorar y no paré de llorar durante toda mi visita hasta que se levantó Jorge y dijo: ‘yo soy Benito Taibo’. Ahí fue cuando me derrumbé completa y absolutamente”.

El escritor cubano, Leonardo Padura, habló de los que se van y de los que se quedan en Cuba: “Oír hablar en cubano, ver a la gente actuar, saber cómo piensan las personas, cuáles son sus preocupaciones, sus frustraciones, las esperanzas que puedan obtener en un momento determinado, eso es lo que me alimenta como escritor y por eso sostengo tanto este sentimiento de pertenencia. Tener que vivir fuera de Cuba sería prácticamente una condena, sería un destierro, más que una elección”.

En años anteriores, mientras Arturo Pérez Reverte me firmaba la compilación de las novelas del Capitán Alatriste me decía que le había encantado la edición. Yo le dije que su mejor novela era El pintor de batallas. Me miró y me dijo: dame un abrazo. “Es una de mis novelas más personales, con la que más me identifico”.

Sus detractores dicen que la FILG es una arena política y que se busca posicionar un mensaje de grupo. Esto no interesa a la mayoría de sus asistentes, que pueden esperar horas para ver de cerca a sus autores favoritos. Que le pregunten a quienes escucharon al divulgador de la ciencia, Javier Santaolalla, o al niño de 12 años que le preguntó al geógrafo Manuel Suárez Lastra cuándo se hizo el primer mapa.

De dos periodistas escuché temores y zozobras. Jorge Ramos, el periodista de Univisión, me dijo en entrevista que es un dinosaurio, que ser un conductor de noticias de un programa que pasa a una hora determinada no es para las nuevas audiencias. A Óscar Martínez, periodista de El Faro, le pregunté por qué se jugaba la vida en muchas notas. Aunque reconoció que había temeridad en algunas de esas ocasiones, sabe que la única forma de abordar los temas que vive su país, El Salvador, es arriesgándose. En su libro Una historia de violencia, vivir y morir en Centroamérica se puede encontrar este pasaje:

“¿Cómo llego a la Democracia (en algún lugar de Guatemala)? Y todos coinciden: no hay forma, no lo intentes:
“- Necesito ir a La Democracia. Necesito que me dé un consejo para llegar.

– El consejo es que no vaya.

Y más adelante:

“- Por cierto, quiero ir a La Democracia. ¿Tiene algún colega policía que no sea corrupto y me ayude a llegar sano y salvo?

– No vaya ahí.

Al final, un detective de la policía le dice: “puedo apoyarlo yendo a traer su cadáver. Porque La Democracia es de La Mafia”.

ledz

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