La legión latinoamericana que visita la FIL

FIL Guadalajara 2022

Tres generaciones de escritores conjugan al mismo tiempo los conceptos de tradición y ruptura.

Una gran delegación Latinoamericana visitará la FIL 2022. (MILENIO)
Roberto Pliego
Guadalajara /

Como en cada edición, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha convocado a una nutrida delegación latinoamericana. La diversidad de horizontes y estilos es una seña de identidad. Tratándose de la narrativa, hablamos lo mismo de la novela de estirpe histórica o política, de la ficción como fiesta del lenguaje y reinvención del pasado o pesquisa policiaca, que del relato fantástico o de terror o volcado hacia los agravios y las reivindicaciones sociales. Antes que un monolito, la narrativa latinoamericana es una nebulosa: agrupa a un sinfín de mundos posibles.

Cinco figuras encabezan la delegación latinoamericana: Luisa Valenzuela (Argentina, 1938), Sergio Ramírez (Nicaragua, 1942), Gioconda Belli (Nicaragua, 1948), Laura Restrepo (Colombia, 1950) y Horacio Castellanos (El Salvador, 1957). Luisa Valenzuela participará en la mesa “Placer y erotismo. Escenarios literarios” (30 de noviembre). Sergio Ramírez presentará Ese día cayó en domingo (27 de noviembre), una colección de relatos unidos por la observación minuciosa de la vida cotidiana. Gioconda Belli animará el Salón de la Poesía (27 de noviembre), mientras que Laura Restrepo presentará su novela Canción de los antiguos amantes (28 de noviembre), un viaje al antiguo reino de Saba, y Horacio Castellanos El hombre amansado (1 de diciembre), una cruda inmersión en los abismos de la rehabilitación psiquiátrica que trae de regreso los fantasmas del pasado.

En el mapa hay sitio para los esfuerzos camaleónicos de Fernando Iwasaki (2 de diciembre) por conectar al Perú con el resto del mundo; para la lucha contra la pérdida de la memoria colectiva que acomete Martín Kohan (3 de diciembre); o para los acertijos policiacos que roban el sueño de Mario Conde, ese detective atípico empeñado en restablecer el orden que creó la curiosidad polimorfa de Leonardo Padura (30 de noviembre).

Y hay sitio también para una nueva generación de escritores, algunos de los cuales se enfrentan al concepto tradicional de ficción. Pienso sobre todo en Benjamín Labatut y su libro Un verdor terrible (3 de diciembre): su lectura no provoca sino una irrefrenable extrañeza. ¿Estamos frente a un asombroso ejemplar de la divulgación científica o bien ante una colección de relatos que cuestionan el alcance de la verdad? Labatut hace creer que sus retratos de Fritz Haber, Karl Schwarzschild, Alexander Grothendieck, Heisenberg y Schrödinger son el resultado de muchas horas estudiando las grandes revelaciones de la física, la química y las matemáticas. Y lo son… aunque no del todo. Sin faltar al rigor, Labatut se toma algunas libertades. Y en eso, en su irreverencia, que el lector es incapaz de reconocer al primer golpe de vista, a menos que sea una suerte de genio desconocido, se halla la fascinación que provoca. Porque, como a veces vislumbramos, la amenidad no está reñida con la inteligencia narrativa.

Al otro lado del espectro, el de la novela, destaco la presencia de José Adiak Montoya. El país de las calles sin nombre (27 de noviembre) tiene la consistencia de la bruma pues todo lo que ahí se cuenta aparece empañado por las traiciones de la memoria. De modo que se vuelca hacia el pasado —el de un país sin nombre, y al que no dudamos en asociar con Nicaragua— pero también hacia un presente gobernado por uno de esos comandantes que cuarenta años atrás combatieron al dictador solo para volverse una caricatura de este. Acompañamos a la protagonista de regreso a su lugar de origen después de un prolongado exilio y a su lado descubrimos el rostro sangriento y torcido de la historia.

Más allá, en la geografía del cuento, Liliana Colanzi despunta como un universo en sí misma. Ustedes brillan en lo oscuro (Premio Ribera del Duero, 30 de noviembre) es una caja de sorpresas. Ninguna ambición está fuera de su alcance; ni la anticipación distópica ni los juegos con el tiempo ni el coctel realista ni el temblor psicológico. Colanzi guarda siempre una carta bajo la manga. Cuando consigue hacernos sentir más seguros, cambia de dirección para sazonar nuestras recién plantadas incertidumbres.

Esta es la legión latinoamericana: una seña de la autenticidad literaria.

ÁSS

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