La palabra que aparece, libro con el cual Enrique Díaz Álvarez obtuvo el 49 Premio Anagrama de Ensayo, surgió ante la necesidad de encarar la violencia que vivimos en México desde 2006, en particular, de comprender “y no sólo hacerle frente al problema, sino dar rostro a las víctimas, a los familiares”.
“Confío mucho en la fuerza del lenguaje para aproximarnos a esa violencia y hacerle frente. Me detengo, presto atención a la capacidad que tienen las ‘historias’ frente a la ‘Historia’, que es la que nos cuentan entre héroes y villanos, buenos y malos, que es el relato hegemónico y lo que busco es fisurar ese relato, rastreando una serie de testimonios y contra narrativas que lo ponen, muchas veces, contra las cuerdas”.
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Elegida de entre 150 originales que respondieron a la convocatoria, La palabra que aparece. El testimonio como acto de supervivencia resalta la necesidad de evitar la normalización de la violencia y poner rostro a las víctimas, pues “hay ocasiones en que la violencia nos enmudece y faltan palabras para nombrarla”.
“Por eso, parte del testimonio tienen que ver con el derecho al silencio, con el quiebre. Muchas veces, el dato es la imposibilidad de dar testimonio, sobre todo en sucesos traumáticos, como los que me detengo en el libro”, a decir del catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Un libro sobre la guerra contra el narco, al tiempo de una revisión histórica acerca del sentido de los conflictos y de la manera en que la literatura y las artes han compartido “esos desastres”, y para hacerlo no quiso aislarse y regodearse en nuestras pérdidas, “sino contrastar esa experiencia violenta que vivimos en México, porque la guerra siempre ha estado ahí, la pulsión por narrar la guerra siempre ha estado allí”.
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“Todos hemos devenido en testigos involuntarios de imágenes e historias atroces, en una anestesia que puede estar cultivada por el relato hegemónico y también el periodístico, que nos hacen perder la atención en lo verdaderamente importante, como los testimonios de las víctimas y los familiares de los desaparecidos”.
La palabra que aparece es una especie de llamado a la necesidad de condolernos y de conmovernos, asegura el ensayista, con el daño y “la pérdida de tantas personas que, cuando menos, desde 2006 para acá se ha visto afectada por la violencia”.
evt