Linchamiento en las redes: el monstruo es el otro

Entrevista

"La violencia con las palabras lastima y puede llevar a una persona a la muerte, como lo estamos haciendo en redes", dice Ana María Olabuenaga.

Ana María Olabuenaga, autora de 'Linchamientos digitales'. (Foto: Araceli López)
Guadalajara /

Las preguntas son inquietantes. ¿Qué puede hacer Twitter en la vida de una persona? ¿Qué sucede cuando un tuit se convierte en tendencia, salta a la vida “real” y determina la vida de alguien? Las plantea Ana María Olabuenaga, la publicista más reconocida de México, en su libro Linchamientos digitales (Paidós, 2019), en el que traza las coordenadas de un fenómeno mundial y analiza los casos de Armando Vega-Gil, Nicolás Alvarado y Marcelino Perelló, tres ejemplos de lo que sucede en México.

Olabuenaga reflexiona sobre el poder de las palabras, utilizadas a veces para humillar al otro. En entrevista, dice: “Las palabras duelen, es algo que todos decimos: ‘me dolieron tus palabras’. A veces son como pedradas; la violencia con las palabras lastima y puede llevar a una persona a la muerte, como lo estamos haciendo en redes”.

—El linchamiento siempre ha sido un espectáculo, lo recuerdas en tu libro. ¿Es lo mismo en el mundo digital?

Sí, es un espectáculo que tiene una fuerza catártica: es al otro al que linchan, el otro es el monstruo, no soy yo; mientras el otro lo sea, estoy a salvo. Pero esto es relativo, porque en un linchamiento todos estamos involucrados; somos muchos, a veces millones, quienes vamos atrás con nuestras antorchas dando retuits y likes. También hay mucha gente que cierra las ventanas y se suma a la denominada espiral del silencio. En las redes los linchamientos son un espectáculo, solo hay que ver lo que se comenta en cada uno de ellos, los memes que se publican, que son súper crueles, que tienen esta parte de diversión que relaja el ánimo y hace más llevadera la muerte, civil o fáctica, del personaje linchado.

—Escribes que un linchamiento digital nunca termina, siempre está comenzando.

Siempre está comenzando por muchísimas razones, una, muy importante, es la inmortalidad de las redes. En ellas, lo que digamos se mantiene todo el tiempo, en todos lados, en cualquier instante, siempre está vivo para que alguien lo saque de los sótanos o las entrañas digitales, para divertirse o provocar un linchamiento.

—Afirmas que para un linchado a veces resulta contraproducente pedir perdón.

Las redes sociales, sobre todo Twitter, son como un tribunal moral en el que se hacen juicios expeditos y se decide el futuro del personaje involucrado, se decide su pena y no se admite el perdón. Cuando alguien lo pide, el tribunal lo siente como una afrenta adicional y dice: “es demasiado tarde para pedir perdón”, se molesta y vuelve aún más crueles los castigos que el condenado lleva en sus espaldas.

—Eso sucedió con Armando Vega-Gil, que es el primer caso mexicano que expones después de contar la historia de la italiana Tiziana Cantone, quien se suicidó al no soportar la humillación en las redes.

El de Armando es un caso muy importante. Escribió una carta explicando el motivo de su suicidio (después de ser acusado de acoso por el Me-Too Músicos Mexicanos) y tengo que decir, dolorosamente, que tenía toda la razón: ya no iba a tener trabajo después de lo que se había dicho de él, aunque no era algo probado y la acusación era anónima. El camino iba a ser muy doloroso para su hijo y casi imposible para él.

—Además del caso de Vega-Gil, estudias los de Nicolás Alvarado y Marcelino Perelló, ¿qué me puedes decir de ellos?

Los linchamientos de Marcelino y Nicolás son por sus dichos, por una frase debatible. Tanto el artículo de Nicolás (“No me gusta Juanga (lo que le viene guango)”, publicado el 30 de agosto de 2016 en Milenio) como lo que dijo Marcelino sobre la violación en su programa de Radio UNAM (el 28 de marzo de 2017), son opiniones que debían haberse debatido con argumentos, pero en cuanto se volvieron tendencia en redes, ambos cayeron, fueron despedidos. Cuando aparece la turba digital, enardecida, ciega, en trance, la Universidad Nacional Autónoma de México dice: “de que me linchen a mí, mejor que te linchen a ti”. Eso hacen todas las instituciones, que están cediendo el debido proceso para evitar un linchamiento que les puede causar pérdida de prestigio. En ese sentido los casos de Nicolás y Marcelino son idénticos. En ellos también coincide el mismo medio: Milenio, el único que se mantuvo respetuoso de la libre expresión de todos los involucrados, entre ellos los linchados. Milenio fue el único que se mantuvo abierto, con espacio para todas las opciones.

—¿Hay regreso después de un linchamiento digital?

En todos los casos que yo he analizado, en todos, si se llega al linchamiento, no hay regreso. Ninguna de las personas linchadas lo tuvo, tres de ellas están muertas: Tiziana Cantone, Armando Vega-Gil y Marcelino Perelló. Nicolás Alvarado tampoco ha tenido regreso a una vida como la que tenía antes, con un trabajo (como director de TV UNAM), un salario. Nadie regresa, los linchamientos los dejan marcados para siempre.

—Alvarado conservó su columna en MILENIO

Sí, y Marcelino, lo tengo que señalar porque es bien relevante, [después del escándalo] mandó su columna “Giordano” a Excélsior, el periódico donde había trabajado los últimos treinta años. Se la rechazan y el que la publica es MILENIO.

—¿Por qué decidiste escribir este libro, enfatizando lo que sucede en México?

Porque es muy preocupante lo que está pasando. Veo cada vez más claro un desbordamiento, que ojalá fuera de algo nada más espumoso, pero parece ácido. La confrontación es tremenda y puede tener consecuencias dramáticas, de muertos, como lo estamos viendo en muchas partes del mundo. Es urgente que hagamos conciencia de que este es un fenómeno muy peligroso, que no creamos pero sí hemos alimentado.

Linchamientos digitales

Lunes 2 de diciembre, 18:00 horas
Salón 2
Participan: Nicolás Alvarado y Consuelo Sáizar

Presentación de libro

​ÁSS

  • José Luis Martínez S.
  • Periodista y editor. Su libro más reciente es Herejías. Lecturas para tiempos difíciles (Madre Editorial, 2022). Publica su columna “El Santo Oficio” en Milenio todos los sábados.

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