Mientras escribía El hijo del capitán trueno, Miguel Bosé se dio cuenta de dos cosas: su amplia capacidad de memoria sensorial —sus vivencias las plasmó “muy lustradas, muy ricas en cuanto a texturas”— y que todos los recuerdos le llegaban sin rencor, “de forma serena y resuelta”.
“Eso fue la cosa más bella, porque a pesar de las durezas, de las cosas feas, creo que cierras el libro y te queda la sensación de haber leído memorias bellas”, aseguró el cantante ante los lectores que se congregaron en el Foro FIL para la presentación del libro.
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Al principio de la charla, el intérprete de "Amante Bandido" destacó la presencia de su interlocutora, la presentadora de televisión Gloria Calzada, “amiga desde que ella tiene memoria. En el momento de tener que hacer esta entrevista para algo tan íntimo y personal, quería una persona de confianza, una persona decente”.
Luego, soltó una advertencia: “(La mía) es una vida extraordinaria, llena de privilegios, pero los privilegios… cuidado con ellos, porque vienen cargados de maldiciones”.
Sobre el mundo en el que recién incursionó como autor, los libros, reveló que en la infancia le sirvieron para evadir la realidad: “En el momento que no quería afrontar alguna cosa desagradable, me plegaba y refugiaba en la lectura. Los primeros libros que recuerdo haber abordado eran los diccionarios, donde buscaba el sentido de todas las palabras, y los atlas, en los que viajaba con el dedo”.
Personas importantes
Gloria cuestionó a Bosé sobre el impacto de tres personas en su vida: su mamá Lucía Bosé, el pintor Pablo Picasso y su nana Reme.
“Para todos los chicos, nuestra mamá es lo máximo. Su buena amiga, Ava Gardner, cuando le decían ‘Usted es la mujer más bella del mundo’, siempre contestaba: ‘No, es Lucía’. Entonces, tener una madre con una personalidad tan fuerte, tan bella, tan elegante, con esa casi perfección, me hacía sentir muy orgulloso”, señaló.
Luego, sobre el referente del cubismo, recordó una anécdota con él durante una función escolar: “A todos nos habían dado un papel, todos éramos la tormenta y a una señal teníamos que salir. Pero estaba tan nervioso que al atravesar me hice pis; estaba llorando y me dijo Pablo: ‘Miguelito, no llores, eres el único que ha llovido de verdad'. Pablo era mi abuelo, me guiaba. Pablo tenía lo que las grandes personalidades tienen: sacaba el potencial para crear autoestima, sabía escuchar, me ponía atención, me hacía sentir importante".
Pero la presencia de Reme, su nana, resultó la más destacada en su desarrollo: “Las cosas se salvaron porque estaba ella, era la columna vertebral de esta familia. Sintió que su misión en la vida era cuidar de la familia, entonces renunció a todo. Era la mujer más bella del mundo por encima de mi madre, los valores me los inculcó la tata”.
Refugios ante la pandemia
Bosé reconoció que la pandemia ha resultado muy difícil, pues “nos ha quitado muchas cosas, mucha gente, muchas emociones, nos ha quitado la vida de ocio”, aunque encontró un gran refugio: su infancia.
“En estos años yo me refugié en mi infancia, que era de los referentes más felices, de los huertos más benditos que tenía a mi alcance, acompañado de una gran pasión hacia la escritura, la literatura. Me fui hacia ese paraíso perdido que estaba ahí aparcado, sabía que iba a ser el remanso exacto, el mejor de los refugios para tanta desgracia y desdicha”.
Por último, Miguel Bosé lanzó un dardo a sus detractores: “La gente grande no tiene miedo de que le interrumpas la conversación o que le vengas con una propuesta sobre un pensamiento o tema, porque le interesa escuchar qué es lo que vas a decir. Los mediocres son lo que se sienten molestos cuando les llevas la contraria o brillas ante ellos”.
ÁSS