De poder viajar en el tiempo 25 años atrás y encontrarse a sí misma, lo primero que Mónica Lavín se diría es: “Hazles bien las coletas a tus hijas”. Tras esta petición efusiva, vendría un consejo: “Toma más libertades, siéntete libre”.
Esta última recomendación responde a que en ese entonces, cuando incursionó por primera vez en la novela con Tonada de un viejo amor, “había cierta frescura, pero también había cierto temor por desapegarme del cuento”, comenta la escritora en entrevista con MILENIO.
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Tonada de un viejo amor recobró vida este 2023 con una nueva edición que se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. “Me conmovió de una manera distinta porque cuando la escribí estaba más entusiasmada por los despliegues sensuales, los encuentros clandestinos y toda esta veta de vida que era la sensualidad y la sexualidad. Y ahora me importa mucho más los momentos tristes porque me revelan la inevitable fragilidad de nuestra condición”, dice Lavín.
Protagonizada por una joven llamada Cristina, esta historia sigue haciendo “feliz” a su creadora porque “me mostró que me gustaba la aventura de la escritura de novela, que es otra forma de vivir”.
El cuento, donde Mónica comenzó su relación con las letras, es “una forma de mirar el mundo y sabes que vas contrarreloj, que no vas a explayarte; es un ejercicio de tensión narrativa”.
Por su parte, la novela “no te da el control total, se trata de personajes que pueden reaccionar de manera imprevisible, tienes que estar en una actitud muy dialogante”.
Entonces, ¿novela o cuento? “El cuento es pura intensidad, pero no puedes estar escribiendo cuentos todos los días. Necesito las dos partes. Para mí, que juego básquet, la novela es el partido entero y el cuento es cuando tratas de encestar: es el tiro a la canasta”.
De su reencuentro con Cristina, la autora confiesa que al principio le parecía un personaje temerario y desafiante, pero en realidad es frágil: “Se confió en la fuerza de su belleza juvenil sin entender que había algo más que buscar. Esos encuentros efímeros, como es efímera la juventud, la belleza, la pasión, el enamoramiento, le dieron un sentido de vida que solo se puede colocar en el ayer. Era un personaje demasiado atado a su tiempo; reta a las convenciones, pero finalmente se queda. Esta doble conducta me gusta porque no me la hizo previsible. El personaje, por sus características, podría existir hoy y creo que quizá podría atreverse a abrir más las ventanas y buscar no tanto el camino de la pasión”.
—¿Y con qué frecuencia piensas en tus viejos amores?
—Nunca me han dejado los amores que me han hecho la que soy ahora, la forma en la que amo ahora. Soy alguien que no se desapega de los amores, los que te han dado mucho e incluso hasta los que te han roto el corazón. Me parece que el amor es algo tan fortuito, el encuentro es como una eclosión más allá de tu voluntad.
ÁSS