L.M. Oliveira se admite escéptico de las revelaciones. Sin embargo, una suerte de epifanía sembró en su mente la estructura de El mismo polvo, su libro de relatos recientemente publicado por Dharma Books. En 2017, al interior de una iglesia en Belgrado, cristalizó la idea de escribir una serie de cuentos encadenados por un narrador común, a la manera de La vaga ambición de Antonio Ortuño, a quien Oliveira había leído por aquellos días. Aún no tenía claro si se trataría de una novela o de un libro de narraciones breves, pero sabía cómo estaría articulado.
Más tarde, desde algún rincón de su memoria, llegó la ocurrencia de utilizar un recurso proveniente de El Aleph. Como el narrador de Borges, el de Oliveira observa eventos ocurridos en distintas partes del orbe y los cuenta en primera persona, pero también se permite narrar emociones.
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El título del libro es un guiño en dos direcciones: a la materia constitutiva de los seres humanos —una referencia bíblica al “Polvo eres y en polvo te convertirás”— y al resultado, no siempre dichoso, de algunas decisiones equivocadas. Por eso, en la atmósfera del libro prima la oscuridad.
“Decidí que la revelación que iba a atestiguar este personaje sería de sombras y no de luces. En general las revelaciones ocurren hacia el bien, hacia formas inéditas de ayudar a la humanidad, pero ¿por qué no se puede revelar el mal? Entonces, a mi personaje lo que se le aparecen son las sombras humanas”, cuenta L.M. Oliveira en entrevista.
“Todos los personajes de este libro están hermanados por la sombras que surgen de su espíritu, pero eso nos hermana a todos. Sabemos controlarlas, pero los fantasmas ahí están”.
El mismo polvo, presentado ayer en la FIL Guadalajara en compañía de Antonio Ortuño, es un integrante anómalo en el inventario personal de su autor.
“No sé si volveré a escribir relatos, porque no soy cuentista. No tengo un solo relato guardado, ni me he sentado antes a escribirlos; en cambio, las novelas sí”.