Sara Sefchovich: demasiada intensidad

Confesionario

La escritora y socióloga mexicana habla del libro que la inició en el mundo de las letras, las manías que tiene al escribir y una de las cosas que más odia.

Sara Sefchovich, escritora y socióloga mexicana. (Cortesía: FIL Guadalajara | ©Nabil Quintero Milián)
Ciudad de México /

La escritora y socióloga mexicana Sara Sefchovich, autora de El cielo completo: mujeres escribiendo, leyendo o Demasiado amor presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara Demasiado odio, el regreso de Beatriz, su protagonista, a un México envuelto en la violencia.

​—¿El libro que la inició como lectora?

El diario de Ana Frank.

—¿Y el que la convirtió en escritora?

El diario de Ana Frank no sólo me inició como lectora, me inició como escritora. Cuando lo leí inmediatamente empecé a hacer mi propio diario, que también iba dirigido a la misma Kitty querida a la que se lo dirigió ella. No sé quién era Kitty, así le puso a su diario; yo tampoco conocía a ninguna Kitty, pero me quería sentir como ella, capaz de escribir así. En vez de estar preocupada por los horrores que le pasaron a la pobre, yo quería copiarle el hecho que se la pasara escribiendo.

Siempre hubo muchos libros en mi casa, mis padres fueron muy lectores. Mi padre era un erudito y entonces para nosotros leer y estar entre libros era parte de la vida cotidiana. Muy temprano, no me acuerdo si debo haber tenido 8 o 9 años, me entregaron mi primer libro que fue El diario de Ana Frank.

—¿Qué manías tiene al escribir?

Ninguna, prácticamente ninguna. Cuando estoy escribiendo ensayo, tengo horarios normales. Empiezo muy temprano, a las 5 de la mañana, trabajo todo el día en horas hábiles y ya en las tardes salgo a hacer caminatas, un poco de ejercicio.

La manía cuando estoy escribiendo novela es que no exista horario, ahora sí que "ni fecha en el calendario", como dice la canción. No me puedo despegar y tengo manías de comida que siempre me acompañan: entre más nerviosa estoy crece la cantidad de papas Sabritas, entre más tranquila estoy, disminuye la cantidad de papas Sabritas. Antes fumaba, hace muchos años lo dejé, después me pasé a los chicles y ahora estoy en las papas Sabritas, que espero dejar también algún día. Pero me acompaña esa necesidad de sal, mucho, a la hora de escribir.

—¿Qué libro no ha leído y siempre ha querido leer?

Muchísimos. Digamos que 90 por ciento de los que tengo en mi biblioteca personal porque cada vez que veo un libro que quiero leer lo compro y no me da tiempo de leer todos los que compro. Tampoco me da tiempo ni siquiera de pensar que ya no debería comprar porque ya no me va a quedar tiempo, pero sigo comprándolos, sobre todo libro en papel, que me sigue gustando mucho, pero también bajo muchísimos a mi computadora y mi tableta. Siempre están ahí en cola, leo unas páginas, prometo que lo sigo mañana, pero mi trabajo me lo impide. Voy y vengo y toda la vida estoy leyendo y nunca acabo todo lo que quiero leer. Ni siquiera empiezo todo lo que quiero leer. Crecen más rápido los libros que el tiempo.

—¿Su héroe o heroína favorito?

Tengo varios, pero yo creo que los tres —en términos de las cosas que he leído— que más me han impactado es Maimónides, el médico de Córdoba, Freud y Gandhi. Tengo bastantes otros héroes, pero esos son los principales.

Me gustan mucho los compositores, los músicos. Me encanta leer biografías de Mahler, de María Callas. Me gustan mucho los psicoanalistas, soy muy fan de Jung. En general soy muy fan de las biografías y si son noveladas, más todavía. Creo que es mi género favorito, el único que he leído toda mi vida desde que empecé con Ana Frank. A veces entro a otros géneros y a veces me salgo, pero de ese nunca me he salido.

—¿Le gusta leer con música o sin música?

Sin música.

—¿Qué otra vida le habría gustado vivir?

Ser médico en algún lugar en donde realmente uno pudiera trabajar en eso. Curar gente sería padre. La literatura es curativa, pero en otro sentido. Me gustaría también poder curar, además del alma, el cuerpo.

—¿Cuál es su mayor extravagancia?

Mi mayor extravagancia es no tener extravagancias. Es ser una persona absolutamente normal que vive con la gente a la que quiere, que se dedica a hacer lo que le gusta y que vive agradecida por esta oportunidad.

—¿Qué defecto ajeno le parece más intolerable?

Contar chismes. Los libros en donde se cuentan chismes de gente que tuvo relaciones con alguien, relaciones de pareja, de amistad y cuando se enojan lo cuentan en libros. Me parece terrible, me da mucha vergüenza ajena. Eso es algo que no me gusta.

—¿Qué virtud aprecia más en sus semejantes?

La inteligencia, la capacidad de debatir diciendo cosas que realmente me muevan el piso. En general me pasa poco, me aburro bastante con las conversaciones.

—¿Su época favorita de la historia?

Depende para qué y depende en qué momento estoy. Cuando estoy leyendo la biografía de Maimónides me gusta esa, pero cuando estoy leyendo la biografía de Marco Polo, pues conocer ese mundo posible, imaginarme aventuras…

Yo no soy aventurera más que de escritorio, pero me gusta, por ejemplo, en cada momento que estoy leyendo ese tipo de libros, los lugares que puedo conocer, los momentos históricos que puedo conocer sin tener que vivir los sufrimientos de estar de veras ahí, de tener que encontrar qué comer, dónde bañarte, cómo dormir, de que ya vino la guerra, que ya se fue... No, está muy a gusto tenerlo aquí en la casa.

—¿La mentira más convincente que ha dicho?

Nomás digo mentiras, no digo ninguna otra cosa. Si convencí a la gente de ellas, pues qué padre; habrá que preguntárselo a los que me conocen. Yo sé que he mentido mucho, no sé si ellos lo saben.

—¿El animal con el que se identifica?

No sé si me identifico, pero idolatro y adoro a los perros. Son los seres a los que yo cuido, a los que trato de proteger, trato de adoptar los más que pueda. No sé si es una identificación, es como una especie de cariño y de tristeza que me da cómo se les maltrata, sobre todo en este país.

—¿Qué virtud envidia de sus amigos?

La capacidad de conversar durante mucho tiempo, de estar en los lugares durante mucho tiempo, de convivir con los demás y pensar que eso es padrísimo.

—¿El libro que le habría gustado escribir?

Demasiado odio, de Sara Sefchovich. Me parece un libro muy intenso, muy logrado, muy cerrado en sí mismo. Resultado de toda una vida de leer y escribir y eso se nota en su estructura, en su lenguaje y en las historias que cuentan. Así que ese es el que me hubiera gustado escribir.

—¿El libro que jamás habría escrito?

Memorias de relaciones, no te voy a decir los nombres de los libros, porque no me quiero pelear con gente que quiero mucho. Pero todas esas memorias de relaciones que tronaron a mí no me gustaría ni haberlas escrito yo, ni que nadie las haya escrito.

—¿Cómo se definiría?

Intensa, demasiado intensa. Por lo tanto siempre estoy muy cansada, siempre estoy muy atosigada, todo me parece muy difícil, todo me parece cuesta arriba. Cuando todo es bonito, me parece exageradamente bonito y cuando todo es feo, sufro muchísimo. Me gustaría poderle bajar tres rayitas a ese carácter.

—¿Qué es lo que más disfruta?

A la gente que quiero, a la gente que tengo cercana. Diría más que la gente, a los seres vivos, porque también a mis perros y también a mis plantas pero sobre todo a la gente que quiero.

—¿Qué súper poder le gustaría poseer?

Ninguno. No me gustan los superpoderes. Me gustan las personas normales y cómo van enfrentando las dificultades y las bellezas de la vida. Si algún día yo tuviera el superpoder de hacer algo así, pues digamos que haría que no maltraten tanto a los perros, pero no creo en los superpoderes.

—¿Tiene una frase que guíe su vida?

Tengo muchas dependiendo en qué momento de la vida estoy. Tengo un cuaderno hace muchísimos, muchísimos años, desde niña, en donde escribo en cada momento o cada libro que leo las frases que me impresionan.

Como ahorita estoy metida en Demasiado odio, las frases que me impresionan tienen que ver con cómo somos capaces de convertir el mundo en un infierno y cómo tenemos que vivir en él, y cómo dentro de su infierno tenemos que encontrar lo posible para pasarla lo menos mal, que es una frase que según Alessandro Baricco le dijo Marco Polo a Kublai Kan o Kublai Kan a Marco Polo, ya no me acuerdo quién se la dijo a quién, pero por ahí va la cosa.

PCL

  • Patricia Curiel
  • patricia.curiel@milenio.com
  • Estudió Comunicación y Periodismo en la UNAM. Escribe sobre arquitectura social y el trabajo de las mujeres en el campo de las artes. Cofundadora de Data Crítica, organización de investigación periodística que produce historias potenciadas por análisis de datos.

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