En este 10 de mayo, en que se celebra en México, el Día de las Madres, a veces faltan las palabras para expresar el agradecimiento y el amor que puede llegar a sentirse por una madre. Por eso, aquí compartimos algunas frases célebres de grandes hombres, dedicadas a madres ejemplares.
Y hay de todo: desde la devoción que sentían Lincoln, Musset, Balzac o Victor Hugo, hasta la sorna del cínico Oscar Wilde o el frío análisis de Sigmund Freud. Sin duda, alguna de estas máximas se ajustará a aquello que sientes o deseas expresar.
El presidente estadunidense Abraham Lincoln, a quien se le atribuye la abolición de la esclavitud en su país y que murió asesinado en 1865, sentía una enorme devoción por su madre, y así lo expresó en esta frase:
“Todo lo que soy, o espero ser, se lo debo a la angelical solicitud de mi madre.”
Uno similar, podría decirse, es el sentimiento que albergaba el novelista inglés William Makepeace Thackeray, quien condensó el amor, la protección y la seguridad que la presencia de una madre brinda al corazón temeroso e inseguro de un niño —y, muchas veces, de un adulto—, en esta frase que, muchos años después, retomó el extinto Brandon Lee en la película El cuervo:
“Madre es el nombre de Dios en los labios y el corazón de un niño pequeño."
Algo tienen los escritores franceses en la relación con sus madres, que en general se expresan de ellas en los mejores términos. Por ejemplo, está el caso del prolífico autor de ‘Los miserables’ y de la historia del jorobado de Nuestra Señora de París, Victor Hugo, que evocaba con primor los días en que podía acurrucarse en los brazos de su madre:
“Los brazos de una madre están hechos de ternura, y un niño duerme plácidamente en ellos.”
Curiosamente, estos hombres de letras debían de haber sentido algún tipo de culpa en sus vidas, pues a menudo equiparaban su amorosa presencia con el perdón. Tal es el caso de este otro francés, Alejandro Dumas padre —autor de ‘Los tres mosqueteros’ y ‘El conde de Montecristo’—, quien acuñó esta máxima:
“Las madres perdonan siempre: a eso han venido al mundo."
Y un tercer escritor galo, el prolífico Honoré de Balzac, también hallaba el perdón a sus múltiples faltas —¿acaso su adicción a la cafeína, sus innumerables deudas sin pagar o su vida desordenada— en el amoroso corazón de su madre:
“El corazón de una madre es como un profundo abismo en cuyo fondo siempre se halla el perdón.”
Alguien podría decir que el escritor Alfred de Musset podría haber sido un gran dramaturgo, pero pecaba de inocencia, pues seguramente muchos de los asesinos, ladrones y criminales del mundo adoraron a sus madres y ese amor no evitó que hicieran lo que hicieron. Pero para Musset la verdad era que…
“Quien ama a su madre, jamás será perverso.”
Ahora que, si de analizar se trata, nadie mejor que el médico austriaco Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, quien en unas líneas resumió la importancia de la aceptación y el amor maternos, y de paso explicó el porqué de tanta devoción de tantos hombres por sus santas ‘madrecitas’:
“Un hombre que ha sido el indiscutible favorito de su madre mantiene durante su vida el sentimiento de un conquistador.”
Regresando al campo de la política, un hombre que sostenía que la inteligencia se medía de la cabeza al cielo, el general y emperador francés Napoleón Bonaparte, coincidía con Freud en aquello de que 'Infancia es destino' y atribuía el éxito o la desdicha de un hombre al amor y la educación de su madre:
"El porvenir de un hijo es siempre obra de su madre."
Finalmente, y para que esta nota no empalague ni escurra de tanta miel, concluimos con un pensamiento de Oscar Wilde, que no se expresaba muy bien de las madres, pero que solía acuñar frases tan maravillosas como precisas. Por ejemplo, esta:
“Todas las mujeres llegan a ser como sus madres: ésa es su tragedia.”
FM