Froylán López Narváez fue un hombre un sabio, un hombre de letras, un hombre al que le interesaba la ciencia y un gran periodista que salió tras el Golpe del periódico Excélsior, en 1976, y fundó junto con Julio Scherer García y otros seis periodistas más, la revista Proceso.
Uno de esos protagonistas fue Carlos Marín, quien siempre consideró a Froylan Lopez Narváez, como su hermano.
“Era rumbero, Guadalupano, marxista y catedrático que gustaba de leer en inglés y francés” por esa razón Carlos Marín le decía “es usted un manojo de contradicciones, y eso causaba muchas gracia, pero me respondía que yo era reportero y periodista pero que de periodismo él sabía más que yo, y no tengo la menor duda”.
López Narváez, el gran editorialista fue el fundador del movimiento La rumba escultura, falleció la mañana de este sábado a unos días de cumplir los 82 años de edad.
“Hacía que sus alumnos bailaban rumba en su primera clase, llevaba un toca cintas para que se separaran a bailar y los amenazaba, que si no bailaban los sacaba de su clase. Es más a una de sus clases en la Prepa 6 un día llegó el rector de la UNAM, José Narro”.
Carlos Marín, asesor de la Presidencia Ejecutiva de MILENIO, dice a López Narváez llevaba a sus alumnos de la prepa 6 y de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, a los salones de baile, como al salón Los Ángeles.
Gran parte de su vida la vivió en la colonia Portales “yo le decía que tanto él como Carlos Monsiváis en realidad eran unos millonetas que jugaban a hacer clasemedieros en la Portales”.
Las anécdotas son innumerables como aquella que atesora en sus recuerdos Carlos Marín: “¡Muchacho! ¡Muchacho! me señalaba al tomar su cigarro y colocarlo sobre su boca: ¡luuuumbre! y ahí estaba su pendejo, o sea yo, encendiéndole el cigarro”.
Siempre contaba López Narváez junto con Carlos Marín que fueron ellos habían sido dos de los ocho dueños de Proceso.
Marín termina de contar esa historia: “Ninguno de los ocho puso un centavo, y cuando se recapitalizó la empresa, nos repartimos a partes iguales las acciones. Legalmente era una sociedad anónima y los dueños éramos los ocho, pero un día se violó el acuerdo de que no habría director, jugaron a que hubiera una elección desde la redacción, entre dos de los accionistas. Nosotros no nos prestamos a eso así que decidimos irnos, ya que se estaba traicionando el acuerdo del Consejo de Administración. Las acciones que tenía Froylán López Narváez se las regaló al escritor Vicente Leñero y yo a Julio Scherer”.
Carlos Marín destacó que Froylán López Narváez se le recordará como un personaje del periodismo, las letras y la cultura popular en México.
bgpa