En este sentido hay que leer el título original de Amar o predicar: The Good Catholic. El buen católico remite a la parábola del buen samaritano que en Lucas 10 habla de un hombre que, preocupado por la vida eterna, pregunta: ¿quién es mi prójimo? La respuesta es un cuento en que el héroe resulta ser un samaritano, uno de esos que, entre los judíos de la época, eran considerados la escoria social, traidores a su pueblo y a Dios. Como los católicos, que con los escándalos de pederastia tan mala fama tienen hoy. En la parábola de Jesús, un samaritano era el único capaz de compadecerse y en lugar de preguntar ¿quién es mi prójimo?, se hacía prójimo de un hombre necesitado.
En Indiana, donde sucede Amar o predicar, hay una mujer que espiritualmente está tan golpeada como el hombre de la parábola. Un viernes por la noche, de camino a casa, encuentra abierta una iglesia católica y adentro a un cura en el confesionario. Va y comienza a mentir pero el cura, como buen samaritano, trata de ayudarla y aproximarse en el sentido espiritual. Se hacen amigos y, claro, terminan por enamorarse. Amar o predicar está tan bien escrita que permite que las dudas espirituales fluyan de forma natural. Además, los personajes divierten: el buen católico vive con un jefe severo y un extravagante religioso franciscano que solo piensa en comer. Su vida transcurre en una rutina que recuerda la de otras películas que hablan de la vocación, el llamado al sacerdocio. De hombres y dioses, de Xavier Beauvois, por ejemplo, nos introducía en esta rutina aunque en un mundo más dramático, la guerra civil argelina. Aun así, los problemas eran los mismos: un hombre lleno de fe dirige una pequeña comunidad en la que hay hermanos que simplemente no ven a Dios. Lo mismo que en To the Wonder de Terrence Malick: el cura que ha decidido entregar su vida al mayor de los misterios se encuentra de pronto vacío, solo, apaleado por la rutina. Los protagonistas de estas tres películas se encuentran en aquello que San Juan de la Cruz llamaba “la noche oscura del alma”, el estado en que es necesario (según el místico español) abandonarse a sí mismo y lanzarse a la oscuridad y el miedo con la esperanza, que no la garantía, de que Dios te va a levantar. Desde este punto de vista místico, resulta pertinente preguntarse si el cura de Amar o predicar realmente encuentra a Dios en la persona que lo necesita, como parece sugerir la referencia a la parábola del buen samaritano. ¿No será más bien, como previene San Juan, que lanzándose al vacío en la espera de ser abrazados por un Dios que no vemos también es posible perderse?
Amar o predicar (The Good Catholic). Dirección: Paul Shoulberg. Estados Unidos, 2017.
Hay dos o tres detalles en Amar o predicar que parecieran sugerir una interpretación más profunda, una en la que tal vez esta mujer que se la pasa mintiendo representa la tentación ancestral que golpea a los místicos cuando por ninguna parte encuentran a Dios. Después de todo, cuando el cura entra a la habitación de la heroína, se la encuentra llena de símbolos satánicos de manual. A decir verdad, el mensaje del director es ambiguo y uno puede decidir que ésta es la historia de un buen hombre que encontró en el amor carnal al Dios del Evangelio o la historia de un mal sacerdote que lleno de buenas intenciones traicionó su vocación y perdió el alma.