Luisa y Sara cargaban un AK47 por la selva colombiana con un peso de 9 kilogramos, más una pechera con proveedores (cargadores) con otros 5, más bastimento de entre 7 hasta 20 kilos, sin contar con sus objetos personales: tienda, toldillo, cobijas, cosas de aseo personal (cremas, perfume, toallas sanitarias, etc.). Sara y Luisa son ex combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y están desmovilizadas, acogidas a los acuerdos de paz que se firmaran en La Habana bajo el gobierno del presidente Santos. Hoy no empuñan un arma sino que empuñan el teatro para seguir contribuyendo a la paz de este hermoso país en donde la oligarquía, al parecer, sigue soñando con la guerra, con el lucrativo negocio de la muerte. MILENIO tuvo acceso a un ensayo de la pieza teatral Paz anhelada que encarnan las jóvenes ex guerrilleras quienes, además, hoy estudian la licenciatura en teatro en la Universidad Pedagógica Nacional y en la Academia Superior de Arte de Bogotá, respectivamente.
Sara nunca ha ocultado su identidad pero tampoco va hablando con quien sea de sus 10 años en la guerrilla a la cual ingresó muy jovencita. De hecho sus compañeros de estudios tardaron casi un semestre en darse cuenta por las redes sociales de que ella había formado parte de las FARC. Por supuesto, le molestan preguntas impertinentes sobre la etapa en que recorría la selva en la insurgencia, aunque lo que más le indigna es la imagen que crearon a fuerza de persistir los medios de comunicación. A Luisa el tema la subleva porque la imagen de la mujer metida en la guerrilla ha sido permanentemente estereotipada como promiscua, objeto sexual al servicio de los comandantes. “Eso de ninguna manera era así. Lo que no me cabe en la cabeza es que nunca entendieron que una mujer politizada tomara de manera consciente la decisión autónoma de tomar las armas” para cambiar a su país. Para Sara resulta agradable que sus compañeros universitarios descubran que no es la encarnación de Satanás ni una bruja, sino un ser humano como ellos.
TRASPUNTE
CÓMPLICE IDEAL
Paz anhelada es el resultado de un proceso de trabajo de estas dos valientes mujeres con la Corporación Colombiana de Teatro. La urgencia de enunciar su historia halló en la directora de escena Patricia Ariza (militante, feminista, fundadora del emblemático grupo La Candelaria) a la cómplice ideal.