En el ocaso de sus veintes, las jóvenes ex guerrilleras de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Luisa y Sara, han abrazado no solo la paz sino también al teatro como la vía de continuar una lucha irrenunciable por un mejor país a través del arte. Ellas tuvieron contacto con profesionales de las artes escénicas luego de un Encuentro de Arte y Paz por la Reconciliación en donde participaron ex combatientes de muchas zonas veredales. Ahí fueron invitados grupos profesionales y conocieron a la Corporación Colombiana de Teatro, con la cual crearon la pequeña pieza Paz anhelada, que ha circulado por muy diversos escenarios y ha sido solicitada por organizaciones de derechos humanos y universidades. Esta obra, amén de ser un canto por la paz, contiene unos saberes adquiridos a través de seis y diez años, respectivamente, en la selva; por ejemplo, la sabiduría de las plantas.
Para Luisa el proceso de reincorporación a la vida civil ha sido muy duro, no solo porque no se han cumplido a cabalidad los acuerdos y las promesas de garantías por parte del actual gobierno (recordemos que van centenas de líderes sociales asesinados en muy pocos meses), sino que “nos encontramos ante una doble estigmatización porque los medios de comunicación y el gobierno han contado su versión y la han instalado en buena parte de la sociedad”. Así es, añade Sara, “cuando mis compañeros de universidad se enteran que soy ex combatiente me preguntaban si no éramos todos los guerrilleros brutos e ignorantes y se sorprenden de que yo soy de las mejores alumnas, con altas calificaciones en historia y literatura, cuando ellos vienen muy mal formados desde el bachillerato. Les sorprende mucho que nosotros teníamos horas de estudio, de enseñanza y de arte”.
“Las obras de teatro que hacíamos en el monte, en la selva, solo eran para nosotros porque por motivos de seguridad no podían entrar civiles”, contesta Sara a pregunta expresa de qué públicos pudieron presenciar las obras de teatro guerrilleras.
TRASPUNTE
POR LA PAZ
MILENIO tuvo acceso a un ensayo de La paz anhelada hace un par de semanas, en la emblemática sala que lleva el nombre de uno de los maestros que introdujeron las técnicas del ruso Stanislavski en México y en Colombia en la segunda mitad del siglo XX: Seki Sano.