De amor, entendido éste como algo que añade, suma y no limita, todos tenemos una historia. La historia, subraya el narrador-personaje de la nueva novela del inglés Julian Barnes (1946), La única historia, donde se cuenta lo sucedido a un tal Paul, a sus 19 años, en su relación con Susan, mujer que le aventaja casi tres décadas.
Una experiencia como otras tantas, “Edipo es exactamente lo que empezó siendo: melodrama más que psicología”, pero que al reconstruirse desde lo literario ofrece un gran número de ángulos que le permiten al lector adentrarse en universos tan disímbolos que terminan por afirmar las pautas y categorías de toda conducta humana.
Inmerso en una cotidianidad muy inglesa, Paul se verá sorprendido por una nueva realidad que lo llevará al develamiento de prácticas como el sexo, las adicciones, el esnobismo, el aborto, el matrimonio y hasta la gentrificación. Verdad, “mi memoria es mi guía aquí”, solo posible desde la “rememoración” del pasado, que no de su “reconstrucción”.
“Así que no habrá muchos decorados. Quizá prefieras más. Quizá estés acostumbrado a ellos. Pero no puedo remediarlo. No intento tejer una historia: estoy tratando de contar la verdad”. Punto de arranque de La única historia, otra de las novelas de Barnes donde los personajes obtienen una gran verosimilitud: tierna transparencia y marcado convencimiento. “Es demasiado para que lo asumas totalmente, y no digamos para soportarlo”.
Exorcizando al personaje, al narrador y hasta a la misma literatura, Paul se libra a (de) sí mismo en esta novela que atrapa, y una vez avanzadas sus primeras páginas no habremos de soltar: significado literario en sí. “Cuando eres joven no tienes ningún deber con el futuro, pero cuando eres viejo tienes un deber con el pasado. Con la única cosa que no puedes cambiar”.
***
Dos significados más tiene La única historia. Es el número mil de la colección Panorama de Narrativas que el sello catalán ha mantenido desde su nacimiento a instancias de Jorge Herralde, colección en donde el lector hispanoamericano ha tenido acceso a obras en lengua extranjera contemporáneas, no siempre con niveles de traducción de absoluto reconocimiento, es cierto, pero cuyos autores conforman un colectivo identificable casi exclusivo de la misma. Su publicación coincide además con los 50 años de Anagrama, un sello de misceláneos repertorios que habrá editado más de 4 mil títulos, garantizada su distribución en el mercado hispanoamericano, donde la obra de varios autores mexicanos está incluida.