'Huachicorridos': ¿la nueva moda de la música regional?

Cultura pop

Aunque son pocos los ejemplos, algunos grupos ya han comenzado a cantar en honor a la vida de quienes se dedican al robo de combustible en México.

A paso lento, los huachicorridos ganan popularidad en algunas regiones. (Shutterstock)
Ángel Soto
Ciudad de México /

El huachicoleo y sus protagonistas no escapan a la mano de la cultura popular. La reciente cruzada del presidente Andrés Manuel López Obrador contra el robo de combustible nos da licencia para hablar de los huachicorridos, un fenómeno musical que no es sino la reinvención de los corridos tradicionales y, claro, de los narcocorridos originarios de la región fronteriza con Estados Unidos, que han ganado fama en las últimas décadas.

Igual que sus parientes norteños, los huachicorridos celebran las proezas de los criminales, otorgándoles un estatus de leyenda, quizá con la intención de asentar que no son malos por convicción sino por necesidad. 

El colombiano Uriel Henao, autoproclamado “rey del corrido prohibido”, canta uno de los primeros ejemplos de huachicorrido: “El cártel de la gasolina”, de 2004, donde justifica:

Soy del cártel de la gasolina


y no me importa lo que digan por ahí.


Me pego al tubo y creo que no es delito,


pues muchas veces me han robado ellos a mí.

En México, un grupo poblano de reciente aparición, Nato y los Huachix, entona —en alusión a la zona donde se concentra la mayor actividad delictiva relacionada con el robo de combustible— la canción “Del Triángulo Rojo” (2017), que refuerza la idea del Robin Hood mexicano.

Yo soy del Triángulo Rojo 


poblano ciento por ciento. 


Me apodan
El Chupador 


Y en eso sí estoy de acuerdo, 


porque yo chupo los tubos 


para ayudar a mi pueblo.

Con ánimo más patriotero, los integrantes de Komando 357 cantan:

Ya le cantamos a narcos, ya le cantamos al jefe. 


Ahora vengo a cantarle a toditita esta gente 


que se la rifa bonito chingando a Pemex, pariente. 


Lo dijo mi general allá por el 38, 


Pemex es de los mexicanos, entonces es de nosotros. 


De que se lo chinguen los gringos, mejor chingamos nosotros.

¿El corrido es un patrimonio cultural?

La definición más difundida del corrido es la que hizo el folklorista poblano Vicente T. Mendoza, quien lo define como “un género épico-lírico-narrativo, en cuartetos de rima variable, […] forma literaria sobre la que se apoya una frase musical compuesta […] que relata aquellos sucesos que hieren poderosamente la sensibilidad de las multitudes”.

Hay quienes consideran que el corrido mexicano —emparentado, según Mendoza, con el romance español— posee profundos lazos literarios y es “uno de los más firmes soportes de la literatura genuinamente mexicana”, en palabras del investigador.

En su ensayo “Yo soy un humilde cancionero", Carlos Monsiváis escribió sobre los temas recurrentes del corrido contemporáneo, lo que podría explicar por qué el huachicoleo y sus protagonistas son un tema atractivo para quienes están dispuestos a hacer música sobre ellos:

“El poder adquisitivo y los recursos tecnológicos de la delincuencia organizada que es un poder en sí misma, el impulso de sobrevivencia-a-como-dé-lugar, propio de los sectores del abandono agrario o de la pobreza urbana sin empleos a la vista, la admiración por el thriller y sus secuencias de velocidad, muerte a raudales, mujeres fáciles, armas poderosísimas y ambigüedad moral, la seducción de la publicidad y el relieve legendario de hombres rudos, independientes, habituales a la soledad, tal y como los plasma la imagen del Marlboro Man, la obtención del gusto estético que proporciona el demasiado dinero, lo brillante, lo llamativo, lo ostentoso, se consideran signos de distinción”.

No hay que olvidar que en tiempos de la Revolución Mexicana, los corridos fungían como una especie de medio informativo sobre las andanzas de los generales y los caudillos. Hoy, con la comodidad que nos regala internet, los corridos se han convertido en meras alabanzas consideradas incluso insignias a la trayectoria: delincuente que se reconozca debe tener su corrido.

La relevancia de esas loas ha adquirido tal fuerza que llegaron a ser relegadas a la categoría de apologías al crimen. En 2016, tras una balacera en un concierto, el entonces gobernador de Sinaloa, Mario López Valdez, decretó la prohibición de los narcocorridos en eventos masivos donde se vendiera alcohol. Sin embargo, voces como la del periodista Javier Valdez (1967-2017) afirmaron que la veta sólo los haría más atractivos.

Con tan pocos ejemplos, es comprometedor declarar que los huachicorridos aspiren a convertirse en moda, ya no digamos tradición, pero no deja de parecer notable la capacidad de la conciencia colectiva para adoptar formas nuevas de entender la realidad.

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