Irene Vallejo: Elogio de las bibliotecas

El próximo 20 de febrero, el suplemento cultural Laberinto publicará una entrevista exclusiva con la autora de El infinito en un junco; aquí un adelanto de esa charla.

La filóloga y escritora española Irene Vallejo, autora de 'El infinito en un junco'. (Wikimedia Commons)
Laberinto
Ciudad de México /

En entrevista exclusiva con Carlos Rubio Rosell para el suplemento cultural Laberinto, que será publicada este sábado 20 de febrero, Irene Vallejo, la autora de El infinito en un junco (Siruela, 2020), habla de cómo en la actualidad las bibliotecas, más allá del préstamo de libros, asumen funciones que las convierten en lugares de encuentro para actividades en las que se fomenta el conocimiento pero también el diálogo y la diversión; sin embargo, señala que para continuar desarrollándose requieren apoyo y recursos de las autoridades culturales.

“Tengo una gran experiencia de visitar bibliotecas en el mundo rural, bibliotecas de barrio, y mi impresión es que están haciendo un gran trabajo, que se convierten en núcleos culturales allá donde no hay muchos estímulos para practicar la palabra y entrar en contacto con el arte, y creo que tienen un impacto enorme en la comunidad y ofrecen posibilidades de conocimiento, superación y descubrimiento enormes”, dice la escritora española.

Lamenta que muchas veces “las bibliotecas no tengan suficiente respaldo institucional y presupuesto para desarrollar sus actividades”.

Además del préstamo de libro o espacios para el estudio, actualmente las bibliotecas “celebran clubes de lectura, actividades de cuentacuentos para niños y bebés, organizan talleres, premios literarios, reciben a ilustradores, y son lugares de acogida en un sentido muy amplio, pues la gente que no tiene equipos informáticos puede ir a las bibliotecas a consultar y trabajar”.

Pero para cumplir esas funciones, comenta Vallejo, las bibliotecas “necesitan tener recursos humanos y materiales. Y hay que reivindicar todo esto en un momento en el que hay recortes a la cultura como si fuera algo superfluo. Porque las bibliotecas son lugares de igualación y compensan carencias; son lugares profundamente democráticos”.

ÁSS

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